El diccionario de la Real
Academia Española aplica este término a “las personas que no cuidan su aseo
personal ni la higiene o limpieza de las cosas que les rodean”, pero ¿somos los
españoles unos guarros? veamos:
Hay varios estudios y
estadísticas sobre este asunto donde los españoles salimos aparentemente bien
parados en comparación con nuestros vecinos europeos, en concreto, y sobre todo,
en cuanto al número de veces que nos bañamos o nos duchamos por semana. Pero,
yo no creo, en absoluto, que eso sea un signo inequívoco de que los españoles
tienen una mayor preocupación que los alemanes o los británicos por su aseo
personal, sino porque no es lo mismo estar a 35 grados centígrados durante
varios meses al año en unas cuantas provincias de nuestro país que a 20 grados o
poco mas. Los extranjeros del Norte de los Pirineos que vienen a pasar sus
vacaciones en España o los que vienen a vivir en algunas zonas del Mediterráneo
también se duchan bastante mas de lo que lo hacen o hacían en sus países de
origen.
Yo creo, al contrario de lo que
se dice, que muchos españoles son bastante guarros, no solo en su aseo
personal, también “en la higiene y limpieza de las cosas que les rodean” ¿A
quién no le ha advertido su pituitaria de como “canta” el sobaquillo del que
viaja junto a nosotros en el metro o en el autobús? ¿quién no ha tenido casi un
vómito cuando algunos trabajadores han pasado a su lado? Y no estoy hablando
del sudor natural del día a día, que los que tienen que hacer un esfuerzo
físico producen, lógicamente, en mas abundancia, no, me estoy refiriendo a ese
inequívoco olor a rancio del que no se ha lavado en varios días o ha puesto una
prenda de vestir varias veces usada y sudada. Pero, esto no es nada si entramos
al detalle de lo que pasa en los servicios o urinarios. Compresas y “salvaslip”
son tiradas a los retretes en vez de depositadas en los lugares destinados a
ello, provocando frecuentes atascos y muchas veces acabando en el mar, pues los
segundos no se degradan fácilmente. Tampoco es costumbre muy extendida en España
que los hombres se laven las manos después de orinar, aunque muchos después
manipulan alimentos o te dan la mano para saludarte. Por supuesto, muchos no
apuntan bien o no parecen saber que existen las cisternas. No hay estadísticas
fiables de la frecuencia en cambiar la ropa interior ni de la preocupación por
la higiene íntima, pues si los españoles mienten como bellacos cuando les
preguntan por su intención de voto, yo no me fiaría, en absoluto, de lo que me
digan sobre estos asuntos.
Pero, si la higiene personal se puede
camuflar con desodorantes la limpieza del entorno no y es aquí donde salta a la
vista que muchos de nuestros compatriotas son unos auténticos guarros. De usted
un paseo por nuestras aceras y verá cientos de manchas redondas y negras que ya
forman parte del paisaje urbano, fueron chicles en su día pero en vez de
tirarlos a las papeleras liados en su propio envoltorio fue mas fácil tirarlos
al suelo. Con las colillas de los cigarrillos pasa exactamente lo mismo,
después de apurar la última calada su destino son nuestras calles. ¿Quién no ha
visto como quedan las plazas de los pueblos después de las fiestas y de los
botellones? ¿quién no ha visto como pescadores deportivos dejan tiradas bolsas,
botes de cerveza, cajas de cebo y bolsas de plástico en nuestras costas? ¿quién
no ha visto, en fin, el destino de los neumáticos usados, como los de Seseña?
¿Qué hacen las autoridades para
corregir a los puercos? Absolutamente nada. Ni existe educación alguna al
respecto (solo hace falta ver como los universitarios dejan el campus tras sus
fiestas de fin de curso) ni hay sanciones ejemplarizantes. Y es que aquí hay
mucho guarro.
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