Como diría Alfred Hitchcock, el
maestro del suspense, hay una bomba de relojería, los bancos italianos, a punto
de estallar, los expertos en fianzas lo saben, pero los ciudadanos no. La onda
expansiva de esa explosión, de producirse, puede afectar gravemente a todo el
sistema financiero europeo y a las economías de la Eurozona.
A principios de año, ante la
pésima situación contable de una buena parte de la banca italiana, el primer
ministro italiano, Matteo Renzi, creó Atlante, un banco malo, para centrar en
él las pérdidas y la provisión de fondos para sanear el sistema financiero del
país. La cándida idea era que fueran los bancos y sus accionistas los que
aportaran los fondos de reserva del nuevo banco, pero, después de unos meses
solo se habían conseguido 5.000 millones de euros y los créditos incobrables o
activos morosos ascendían a la estratosférica cifra de 300.000 millones de
euros.
Italia, una de las mayores
economías europeas y mundiales, había capeado la crisis económica sin grandes
ajustes y sacrificios, recurriendo a créditos sin garantías de devolución,
exactamente la misma forma irresponsable de actuar que había provocado el
estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria. Pero, la economía italiana,
como la de todo el mundo, no había resuelto el problema de la sobreproducción y
la inyección de dinero en las empresas gracias a los créditos baratos solo agravó
su situación. Tras varios años con descensos de mas de un 1% anual del PIB, las
empresas del país transalpino empezaron a cerrar en cascada. Lo mismo había
sucedido y sigue sucediendo en otros países, pues la dictadura del mercado es
implacable y ajusta la oferta a la demanda independientemente de los deseos de
los Gobiernos. Pero, en Italia la desaparición de negocios ha sido brutal, pues
se han perdido en tres años mas de un millón y medio de pequeñas y medianas
empresas.
La morosidad en la banca italiana
y la mala situación económica general del país han llegado a un punto en que
son necesarias medidas drásticas para corregirlas. Por supuesto, se aplicarán
las mismas medidas que se han aplicado en otros países, con millonarias
aportaciones estatales y del Banco Central Europeo que saldrán de las espaldas
de los ciudadanos. Pero ahora la situación económica en Europa es mucho mas
delicada que cuando estalló la crisis. La salida del Reino Unido de la UE y las
dificultades por la que están pasando países tan importantes como Francia hacen
que recurrir otra vez a la máquina de hacer billetes para inyectar liquidez vía
Deuda pública no genere mucha confianza en los inversores, mas bien todo lo
contrario. En Europa, como en los EE UU y Japón, se ha impreso mucho mas
papel moneda que el respaldado por valor, seguramente por eso los billetes de
euros no ponen en ningún sitio que el BCE pagará al portador X dinero, como
ponían los españoles cuando existía la peseta. Una gran cantidad del papel
moneda que circula en estos momentos solo está respaldado por la confianza de
los inversores y de los ciudadanos y la confianza es un concepto demasiado volátil
en tiempos convulsos.
Los problemas de fondo de la
economía mundial siguen sin resolver y las medidas que los bancos centrales han
tomado para capear el temporal son parches que a medio plazo los agravarán. La
bomba italiana puede ser el detonante de una nueva recesión que la
irresponsabilidad y la falta de planificación han convertido en inevitable.
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