
Todos debemos ser conscientes que
el líder de Convergencia ha quemado sus naves y que ya no va a haber vuelta
atrás. En ese loco camino a Mas no le ha importado dejar en la cuneta a sus
socios de Unió y subirse en el mismo carro que ERC y la CUP. Pero, procesos parecidos ya
los hemos visto en otras partes de Europa, en los Balcanes incluso partidos
democráticos se aliaron con organizaciones terroristas para alcanzar la
independencia de Belgrado.
Los Gobiernos de España, este y
los anteriores, han dejado pudrirse el problema catalán sin hacer nada, pero
permitiéndolo todo. Ningún país serio habría tolerado, por ejemplo, las
afrentas al Jefe del Estado, a la bandera o que se abrieran embajadas de Cataluña
por el mundo y se hiciera publicidad internacional de la secesión, todo pagado con
dinero público. Siempre se ha cedido al chantaje nacionalista, bien diciendo
Zapatero que aceptaría lo que saliera del Parlamento de Cataluña o, en unas
declaraciones patéticas de Aznar, manifestando que hablaba catalán en la
intimidad. Los socialistas, en un último esfuerzo, tan inútil como baldío,
incluso plantearon la reforma de la Constitución para que España se convierta
en un Estado Federal, cuando ni siquiera la confederación podría parar a los
independentistas.
Con un discurso tramposo los
nacionalistas catalanes llevan muchos años explotando el victimismo y exigiendo
un nuevo tratamiento fiscal y un nuevo encaje en la Constitución alegando
supuestos derechos como nacionalidad histórica. Eso, naturalmente, no se lo
pueden decir a un asturiano mirándolo a los ojos.
Pero, para la secesión,
nacionalistas e independentistas necesitan aliados circunstanciales, que no son
otros que los que, bajo el pretexto del derecho a decidir, no matan, pero tiran
de la pata. Porque, seamos serios, aquí todo el mundo habla del derecho a
decidir de los catalanes, pero se soslaya interesadamente el derecho a decidir
del resto de los españoles y de su Gobierno. Se pone como ejemplo democrático el
referéndum sobre Escocia, un mal ejemplo,
porque las circunstancias históricas de Escocia y Cataluña son muy distintas,
pero se olvida lo que dijo el primer ministro británico, Cameron, a los escoceses
la víspera de la votación. Los catalanes volverían a hacerse las víctimas si el
presidente del Gobierno de España dijera que no se va a hacer cargo de sus
pensiones, que les traspasará la parte proporcional de la Deuda, que Cataluña
se quedaría fuera de la Unión Europea, y que España vetaría su incorporación, que
necesitarían pasaporte y visado para entrar en España y en Europa, que sus
productos pagarían aranceles y que, en fin, el Barça, no podría jugar en la
liga española. Volverían a hacerse las víctimas, pero se lo pensarían dos
veces. Yo no he oído ese contundente discurso en el Gobierno de España.
Rajoy y los suyos dicen que van a
aplicar la Ley y la Constitución, pero manifiestan que no aplicarán el artículo
155. Se la siguen cogiendo con papel de fumar y viviendo en otra galaxia, mientras
estamos a un paso de la ruptura de un Estado que tiene 500 años y que costó
mucha sangre, sudor y lágrimas forjar.
La campaña electoral para,
dejémonos de tonterías, el plebiscito catalán empezará con la Diada, donde Mas
y los que le secundan pondrán toda la carne en el asador, y los nacionalistas
manejarán todos los instrumentos que tienen a su alcance mientras Rajoy continúa
en el Limbo, que se dudó de su existencia, pero que, definitivamente, parece
que está en España.
Mire usted por donde no va a ser
la irritación por la Reforma Laboral o la corrupción lo que puede acabar con el
PP, sino el plebiscito catalán y lo que vendrá después.
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