
Conviene recordar, cuando van a solicitar
nuestra comprensión con la fechoría, a quienes hablaban catalán en la intimidad
y apoyaban a los nacionalistas en Cataluña, para que estos les apoyaran en el
Congreso de los Diputados y a quienes gobernaban en el Tripartito con los
independentistas que abrían embajadas en el extranjero.
No es la primera vez que se
pretende forzar la Constitución desde el propio Gobierno de España. Zapatero
asumió como suyo un estatuto de autonomía consensuado entre socialistas, nacionalistas
e independentistas, que fue aprobado por el parlamento de Cataluña, porque ya
había dicho que aceptaría todo lo que saliera de la cámara de representación catalana.
La cosa no prosperó, porque el concierto económico que contemplaba, similar al
vasco y navarro, no tenía encaje en nuestra carta magna y el Tribunal
Constitucional lo echó abajo. Pero el acuerdo entre PSOE, PP y nacionalistas
de derechas permitió que se modificara la Constitución, sin el obligado
referéndum, para introducir un tope al déficit y satisfacer las demandas del
gran capital internacional. Como advertimos en su día, un precedente muy peligroso
que abría el “melón constitucional” sin consultar al pueblo y que podía abrir la caja de Pandora.
Cuando el Partido Popular llegó
al Gobierno no puso en su sitio a los nacionalistas catalanes. El PP había
defendido la inconstitucionalidad del Estatut, pero, alarmado el Gobierno de Rajoy
con el órdago independentista, los populares buscaron un camino que soslayara
la legalidad sin parecerlo y se inventaron el “reparto asimétrico”, es decir,
dar mas a Cataluña que al resto de CC AA, permitiendo, por ejemplo, un tope de
déficit mas alto. Pero esto no fue suficiente, porque los nacionalistas ya
habían saboreado la miel del concierto económico diferenciado, que enterraba
definitivamente el “café para todos”, y no estaban dispuestos a volver atrás.
Consecuencia de eso es todo lo que ha venido después, incluido el echarse al
monte de Artur Mas y los suyos, presionados con ERC.
El PSC, vapuleado en las
elecciones, busca no desaparecer pensando que una deriva hacia posiciones
cercanas al independentismo puede ser su tabla de salvación. En esa loca aventura
está arrastrando a una buena parte del PSOE, no solo a nivel de partido,
también mediático. Y el Gobierno del Estado, agobiado por los problemas que no
sabe como encarar, no toma ninguna decisión drástica en un asunto para el que
ya no valen aspirinas ni paños calientes, necesita cirugía intrusiva y la
necesita ya, antes de que sea demasiado tarde.
Para salir del paso y ganar
tiempo (su principal preocupación son las elecciones que, a partir de la próxima
primavera llegarán en cascada) ante el reto del independentismo catalán, que
ellos mismos han alimentado, los grandes partidos intentarán forzar la
Constitución sin consultarnos. Eso, digámoslo sin ambages, es un golpe de Estado
en toda regla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario