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Se ha debatido mucho estas semanas
sobre el ataque químico, aunque ya hubo al menos otros dos en la Guerra de
Siria. Sin embargo esta vez se intentó utilizarlo mediáticamente y como
propaganda por los rebeldes para forzar una intervención occidental que
cambiara el signo de los acontecimiento, pues, a pesar del dinero de Arabia Saudí
y Catar, del apoyo logístico de Turquía y Jordania y del armamento suministrado
por varios países de la OTAN, los mercenarios están perdiendo la guerra y han
sido diezmados en varios frentes. Aunque, a día de hoy, todavía no se ha podido
probar que fuera el ejército gubernamental sirio el autor del ataque químico y
de que existían informes de los inspectores de la ONU de que habían sido los
rebeldes los que ya habían utilizado esas armas, el pretexto era bueno para
intentar acabar (como se hizo en Libia) con el régimen de Al Assad, que está resultando
un hueso mas duro de roer de lo que se pensaba.
Siria ha sido amenazada con ser
atacada al margen de la legalidad internacional, es decir, sin mandato del Consejo
de Seguridad de la ONU, por una acción cuya autoría es mas que dudosa, sin
embargo sí están plenamente demostradas otras acciones sobre las que nadie ha
puesto el grito en el cielo: la implicación de varios países en una agresión
hacia un país soberano, el ataque de otros Estados sin provocación alguna
(tanto Israel como Turquía han bombardeado varias veces Siria durante esta
guerra) y el reclutamiento de mercenarios, gracias a los oficios de la
organización terrorista Al Qaeda en varios países, incluida España, donde,
según el diario “El País” del domingo 15 de septiembre, fueron reclutados al
menos 100 mercenarios yihadistas.
Rusia ha puesto toda la carne
diplomática en este asador y el presidente Putin ha jugado muy fuerte para
intentar mantener a Siria en su área de influencia. Rusia no solo se ha
comprometido a garantizar el desarme total del arsenal químico sirio, seguramente
también a proteger a Siria, que ahora se queda indefensa, de la posible agresión
de alguno de sus vecinos. Porque, al calor del debate sobre las armas químicas
sirias, a algunos se les ha calentado la boca hablando sobre la maldad de ese
régimen al mantener estas horribles armas en su arsenal. Seamos serios, el
principal enemigo de Siria, al margen de los regímenes sunitas feudales de la
Península Arábiga, es Israel, que no solo ocupa parte del país (Altos del Golán)
y, como hemos dicho, lo bombardea cuando le viene en gana, con la complacencia
de la “comunidad internacional”, sino que, además, tiene un arsenal nuclear muy
importante, con cientos de ojivas atómicas y sus vectores de lanzamiento, desde
aviones F-15 de fabricación USA, hasta modernos submarinos, suministrados por
Alemania, armados con misiles de crucero, y toda la misilería de la serie “Jericó”
(cohetes balísticos), incluido el “Jericó III” con carácter estratégico y un
alcance de 11.000 kilómetros. Al lado del arsenal israelí, los cohetes “Scud” y
las armas químicas sirias son del paleolítico, pero algo disuadían. El, según
algunos, pérfido régimen sirio ya se ha comprometido a firmar el tratado sobre
la destrucción y no utilización de armas químicas, pero Israel no quiere ni oír
hablar de firmar el Tratado de no Proliferación Nuclear.
A pesar del acuerdo y que parece
que se aleja el peligro de las bombas occidentales, el desenlace del conflicto
aún es una incógnita. Rusia ha apostado fuerte por la solución pacífica y
diplomática y aboga con una conferencia de Ginebra 2 donde se llegue a un
compromiso que ponga fin a una guerra que ya ha hecho sufrir demasiado al
pueblo sirio. Pero, hay un explosivo cóctel de intereses que trabajan en
sentido contrario. Los tiránicos regímenes feudales sunitas, que se ven
amenazados por el creciente poder de Irán (Siria es aliada de los persas), los
deseos sionistas y los intereses del entramado militar-industrial de los EE UU,
que necesita guerras periódicas para dar salida a una producción de armamento
que excede, con mucho, las necesidades defensivas norteamericanas.
NOTA: Fíjese usted bien en la foto, porque no tiene desperdicio.
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