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El Congreso de los Diputados,
como nuestra democracia, ha sido objeto de ataques despiadados. Hemos visto
mentir a presidentes del Gobierno, hemos escuchado discursos que justificaban
lo injustificable y, por si esto fuera poco, todavía están en su techo los
impactos de las ráfagas de subfusil de los golpistas. El Estado que nos
dimos los españoles el día 6 de diciembre de 1.978, al aprobar en referéndum la
Constitución, lo ha aguantado todo. Pero, las goteras son mucho mal peligrosas,
son como un aviso fantasmal de que la democracia y España peligran.
Los políticos que han gobernado España
en los últimos años, yo diría que desde la desaparición de UCD, las han armado
muy gordas. Entre sus muchas fechorías yo destacaría la ausencia total de
planificación económica (está contemplada en nuestra carta magna), que ha
propiciado burbujas como la inmobiliaria que, cuando han explotado, han dejado
a millones de personas en el paro. Pero, como todos sabemos, hay otras, como la
permisibilidad con la inmigración irregular, que ha supuesto el incremento
poblacional en unos 5 millones de personas en muy poco tiempo, algo muy difícil
de asumir económica y socialmente, o la pésima gestión en las Cajas de Ahorros,
que nos ha costado mas de 60.000 millones de euros (de momento) y una
corrupción generalizada que afecta hasta a las cúpulas de los partidos. Los
ciudadanos hemos tragado con todo y hemos fiado al juego democrático y a la
alternancia en el poder, quizá ingenuamente, la capacidad de corregir errores y
pasar facturas. La gente no ha salido a la calle con el cuchillo entre los
dientes y se ha contentado con acudir a las urnas, cual bálsamo, cada cierto
tiempo.
Pero hemos llegado a un punto por
el que no podemos pasar. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como es
habitual en él, ha dejado pudrirse algunos asuntos vitales que requerían
atención inmediata. Como es natural, cuando se actúa así, las cosas siempre
empeoran. Yo no quiero cargar las tintas en la responsabilidad del Partido
Popular con lo que está sucediendo en Cataluña, sería injusto, porque aquí los
tres partidos mas importantes con representación a nivel de todo el Estado, PP,
PSOE e IU, tienen mucha culpa, unos mas que otros, eso sí, pero el PP es el que
ahora Gobierna, además con mayoría absoluta, y es a él a quien debemos
dirigirnos.
Mientras los independentistas
deban pasos inequívocos hacia la secesión, rompiendo el consenso constitucional
(hay que tener en cuenta que el Estado de las Autonomías se construyó para
darles satisfacción), nuestro Gobierno no ha hecho nada, solo declaraciones
pusilánimes. Ahora, cuando el problema es evidente y el desenlace se acerca,
hay conversaciones secretas, sin luz y taquígrafos y al margen del Parlamento,
porque ha cundido el pánico, tanto en los nacionalistas moderados, que pueden
ser sobrepasados por los acontecimientos, como en el Gobierno de España, que no
se ve capaz de parar la deriva del proceso.
No vamos a perder el tiempo aquí argumentando
sobre la legitimidad o no del proceso independentista catalán, y de otros, que
pueden estallar en cascada, ya lo hicimos cuando tocaba, solo dejar muy claro a
nuestros políticos que no les vamos a consentir que permitan la desmembración
del Estado que tanto trabajo costó construir.
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