Sólo una propaganda brutal en los
medios de comunicación financiados desde el poder, la censura de los díscolos,
la alienación de la población y el pesebre de los sindicatos, pueden explicar
que, con una inflación del 10,2%, con las dificultades de la gente para comprar
alimentos o echar gasolina y con el valor de los ahorros cayendo en picado, no
haya movilizaciones sociales, huelgas y manifestaciones. La gente se queja, sí,
pero parecen corderos que van al matadero, ven lo que está pasando como
inevitable y no identifican a los culpables pera exigirles responsabilidades ni cuáles son sus causas, les han
convencido, se lo repiten todos los días, que la culpa es de Putin. Sin
embargo, muchas personas ya son conscientes de que todo esto empezó cuando se
imprimieron billones de dinero sin respaldo de valor y se repartieron
gentilmente, introduciendo en el mercado un factor esencial para que la
inflación se disparara. Por supuesto que la guerra en Ucrania ha agravado la
situación, pero no tanto por la intervención armada y sus consecuencias en
Ucrania como por las sanciones que se han impuesto a Rusia, que han
disparado los precios del gas, del petróleo, de los cereales y de todas las
materias primas en el mercado mundial.
Si los ciudadanos no reaccionan,
lo peor está por llegar. En EE UU hay un suspense, el que a veces precede al
pánico, sobre las cifras macroeconómicas del segundo trimestre. En el primer
trimestre del año la economía USA se contrajo un 1,6% y si se confirma el
crecimiento negativo en el segundo el país habrá entrado oficialmente en recesión. Eso
significaría que los tipos de interés subirían mucho más de lo que ya han subido,
con las consiguientes dificultades para particulares, empresas y Estados, que
están, todos ellos, endeudados hasta las cejas. Y el tsunami llegaría a Europa,
por supuesto.
En este contexto explosivo, los
bancos centrales no han dejado de imprimir dinero fiat para tapar los agujeros
y se anuncian nuevas sanciones a Rusia al tiempo que la OTAN ha decidido en
Madrid que un nuevo “Telón de Acero” se corra entre Oriente y Occidente,
dificultando las transacciones y los intercambios comerciales y provocando la
contracción de la economía mundial. También han decidido aumentar
exponencialmente los gastos de armamento, gastos estratosféricos con muy poco
carácter multiplicador de la economía. Exactamente todo lo contrario de lo que
se debería hacer.
Ponga usted un perejil al San
Pancracio y que Dios le coja confesado.
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