miércoles, 29 de junio de 2022

INFLACIÓN DE DOS DÍGITOS

 


La inflación interanual en España ha subido en junio a nada menos que el 10,2%, la primera vez que supera el 10% desde abril de 1985. Estamos, pues, en un escenario de hiperinflación, pues una inflación de dos dígitos así debe ser considerada para el rigor económico de un país desarrollado. La hiperinflación es una inflación muy elevada, fuera de control, en la que los precios aumentan al mismo tiempo que el dinero pierde su valor y la población tiene una reducción dramática de su patrimonio monetario. Obviamente, a la hiperinflación se llega cuando no se ha controlado la inflación, al contrario, a veces se añaden otros condicionantes para que siga aumentando. Si no controlas la hiperinflación, la estanflación, una situación con muy alta inflación, decrecimiento económico y aumento del paro, está servida. Ahora se entiende por qué el presidente del Instituto Nacional de Estadística ha tenido que dimitir ante las presiones del Gobierno, estas cifras, que dan tanto miedo y que llevarán aparejados gastos enormes, como la revalorización de las pensiones, déficit presupuestario y más deuda no gustan y los irresponsables van a caer en la tentación de cocinarlas y/o maquillarlas.

Sólo una propaganda brutal en los medios de comunicación financiados desde el poder, la censura de los díscolos, la alienación de la población y el pesebre de los sindicatos, pueden explicar que, con una inflación del 10,2%, con las dificultades de la gente para comprar alimentos o echar gasolina y con el valor de los ahorros cayendo en picado, no haya movilizaciones sociales, huelgas y manifestaciones. La gente se queja, sí, pero parecen corderos que van al matadero, ven lo que está pasando como inevitable y no identifican a los culpables pera exigirles responsabilidades ni cuáles son sus causas, les han convencido, se lo repiten todos los días, que la culpa es de Putin. Sin embargo, muchas personas ya son conscientes de que todo esto empezó cuando se imprimieron billones de dinero sin respaldo de valor y se repartieron gentilmente, introduciendo en el mercado un factor esencial para que la inflación se disparara. Por supuesto que la guerra en Ucrania ha agravado la situación, pero no tanto por la intervención armada y sus consecuencias en Ucrania como por las sanciones que se han impuesto a Rusia, que han disparado los precios del gas, del petróleo, de los cereales y de todas las materias primas en el mercado mundial.

Si los ciudadanos no reaccionan, lo peor está por llegar. En EE UU hay un suspense, el que a veces precede al pánico, sobre las cifras macroeconómicas del segundo trimestre. En el primer trimestre del año la economía USA se contrajo un 1,6% y si se confirma el crecimiento negativo en el segundo el país habrá entrado oficialmente en recesión. Eso significaría que los tipos de interés subirían mucho más de lo que ya han subido, con las consiguientes dificultades para particulares, empresas y Estados, que están, todos ellos, endeudados hasta las cejas. Y el tsunami llegaría a Europa, por supuesto.

En este contexto explosivo, los bancos centrales no han dejado de imprimir dinero fiat para tapar los agujeros y se anuncian nuevas sanciones a Rusia al tiempo que la OTAN ha decidido en Madrid que un nuevo “Telón de Acero” se corra entre Oriente y Occidente, dificultando las transacciones y los intercambios comerciales y provocando la contracción de la economía mundial. También han decidido aumentar exponencialmente los gastos de armamento, gastos estratosféricos con muy poco carácter multiplicador de la economía. Exactamente todo lo contrario de lo que se debería hacer.

Ponga usted un perejil al San Pancracio y que Dios le coja confesado.

 

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