Tras la muerte por un policía
blanco del afroamericano, George Floyd, se ha desatado la violencia en muchas
ciudades de los EE UU, una violencia que, aunque parezca increíble, se ha
extendido a otros países de América y Europa. Salvo la traición, no hay nada
peor que la injusticia, al menos eso era lo que yo pensaba hasta que he visto
que la injusticia utilizada como coartada puede ser peor aún que la traición y
que la injusticia misma. No es la primera vez que hay disturbios raciales en
los EE UU y no voy a entrar ahora en las raíces del problema, sobradamente
conocidas, se trata de denunciar a los que, amparados en una injusticia que se
hace viral y mediática y, en su nombre, son capaces de cometer injusticias
muchísimo peores y a los que les hacen el caldo gordo y los defienden. El 29 de
abril de 1992, tras una paliza policial a un taxista, Rodney King, que huyó de
los agentes a 180 Km/h, y que ni siquiera resultó gravemente herido, se desató
la violencia en Los Ángeles, una violencia como nunca se había visto en esa
ciudad. Los Ángeles se convirtió en una ciudad en llamas, cientos de comercios
y locales comerciales fueron saqueados e incendiados y mucha gente
completamente inocente linchada salvajemente por los alborotadores, que
provocaron 63 muertos y casi 2.000 heridos graves. Los que amparaban sus
saqueos y sus crímenes en la paliza que le dieron los policías al taxista y
utilizaban el racismo como coartada se cebaron especialmente en la comunidad
coreana y en sus tiendas, hasta el punto que los coreanos tuvieron que echar
mano de las armas para defender sus vidas y sus haciendas. No cesaron la
violencia y los saqueos en Los Ángeles hasta que el Gobierno Federal decretó el
toque de queda y envió a la Guardia Nacional con orden de disparar ante la
menor alteración del orden público y de la seguridad de las personas. Mientras
la gente de los barrios negros se quejaba de que todo había quedado destruido,
lo habían destruido ellos, se formaban colas enormes ante las oficinas de
Correos para cobrar los subsidios del Estado, pues más del 80% de la población
negra no trabajaba en nada mientras que tenían que ser los inmigrantes hispanos
los que hacían los trabajos que rechazaban los negros. Algunas Iglesias
crecieron a raíz de aquellos acontecimientos en la comunidad afroamericana,
Iglesias que habían aprovechado también la coartada del racismo para medrar,
como ha sucedido también con la Iglesia Evangelista en la comunidad gitana en España.
Se arrodilla el Estado ante los saqueadores y se arrodilla la policía mientras
se llevan los televisores de 55 pulgadas de los centros comerciales, en nombre
de George Floyd, antes de incendiarlos. “Esto es muy grande”, decía alguno que
llevaba el carro lleno de productos del saqueo. En París se han dado cuenta del chollo y en
México DF también ¡Cuidado! porque no se está usando solamente la injusticia
del racismo como coartada para la violencia y/o para el robo.
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