La primera consecuencia del
triunfo de Donald Trump ha sido que ha cundido el miedo en algunas cancillerías
europeas y, sobre todo, entre los burócratas de Bruselas, que, como los de la
OTAN, temen perder su puesto. A pesar de lo que había sucedido en el Reino
Unido con el Brexit y de la subida en las encuestas de intención de voto de
partidos como el de Marine Le Pen, en Francia, o Alternativa para Alemania, en el país
germano, las declaraciones, de cara a la galería, eran que la causa principal
del ascenso de esos movimientos era el odio a los inmigrantes y refugiados.
Pero, no era cierto, porque también había ganado las elecciones SYRIZA, en
Grecia, y había obtenido 71 diputados Podemos, en España, y lo sabían. El
ascenso de esos partidos que llaman “populistas” se debe principalmente a los efectos
sobre amplias capas sociales de la crisis económica y de las locas políticas de
recortes sociales y laborales, subidas de impuestos y bajada de salarios que
los gobiernos han implementado. El triunfo de Trump, evidentemente, también
tiene la misma causa y los EE UU son demasiado importantes para que lo ha pasado
allí no tenga consecuencias devastadoras.
Veremos ahora como los mismos que
han estado defendiendo los ajustes salvajes nos van intentar vender que ha
llegado la hora de hacer políticas expansivas y keynesianas, aunque para nada
han mejorado las economías locales ni global, pues el indicativo menos
manipulable, la Deuda, ha seguido creciendo hasta cotas muy peligrosas. El
mundo capitalista está endeudado hasta las cejas y acometer ahora políticas
expansivas, poniendo a funcionar a destajo la máquina de hacer billetes,
convencerá a los acreedores de que nunca van a cobrar la Deuda que han comprado.
Las consecuencias de la pérdida de confianza de los inversores en la
rentabilidad de la Deuda y de la pérdida de confianza de los ciudadanos en el
valor del papel moneda pueden ser catastróficas y generar una crisis económica
mundial mucho mas grave que la que provocó el estallido de las Hipotecas
Subprime.
De la misma forma que no se ha
querido ver en toda su dimensión el ascenso de partidos y movimientos que ponen
en cuestión el sistema político imperante hasta ahora, tampoco se quiere ver
cual es la causa primigenia de la crisis que sufre el capitalismo, que es mas
profunda y mas antigua de lo que muchos creen. En efecto, ha sido el fenómeno
de la sobreproducción, que se empezó a manifestar en los años 70 del siglo
pasado, el principal responsable de la crisis económica que padecemos. Ese fenómeno
se agravó extraordinariamente con la globalización económica y con el acceso a
los mercados de economías emergentes tan poderosas como China. Para que todos
lo entendamos, solo hay que observar el impacto que sobre los comercios y las
industrias ha tenido y tiene la importación masiva de productos chinos. Pero, mientras
el país asiático tiene un régimen político con economía planificada a través de
sus Planes Quinquenales, eso no sucede en las economías capitalistas. Yo
siempre me acuerdo de algo que pasó en España. Un año no se había plantado mucha remolacha azucarera y el azúcar disparó sus
precios, al año siguiente todos plantaron remolacha azucarera y el azúcar bajó
tanto que los agricultores tuvieron que dar las remolachas a las vacas o
simplemente tirarlas. Muchos se arruinaron. Eso jamás sucederá en China. Es decir,
si no se cambian los pilares mismos del sistema político capitalista no se va a
solucionar el problema económico mundial, ni con políticas de “austericidio” ni
con políticas monetaristas expansivas tan locas o mas que las anteriores. Los
Gobiernos, los inversores, los empresarios y los burócratas de Bruselas
deberían entenderlo así, pero no voy a ser yo el que pida peras al olmo. Ha cundido
el pánico y van dar vuelta como a un calcetín a todo lo que decían hasta ayer,
sin pagar por ello y sin que se les caiga la cara de vergüenza. Que Dios nos
coja confesados.
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