
Esta larga campaña electoral en
España, que va a durar casi todo el año, se presenta con varias
singularidades importantes. Por un lado se desarrolla en un país que, a pesar
del cambio de Gobierno, con la llegada de Rajoy al poder, sigue inmerso en una
crisis profunda, con un paro gigantesco, centenares de miles de jóvenes que han
tenido que emigrar, salarios de miseria, Deuda que ya supera el 100% del PIB y
una corrupción generalizada; por otro, por primera vez desde la Transición,
cabe la posibilidad de que el poder establecido y el reparto de papeles entre
los dos grandes partidos, para que nada cambie, salte por los aires, porque
todas las encuestas vaticinan un nuevo Parlamento donde tener la mayoría no va
a ser nada fácil y los pactos van a costar caros; por último, los escándalos de
corrupción no han cesado de salir a la luz
y es una incógnita la influencia que tendrán en las urnas, porque hasta ahora
no ha sido mucha. Otro rasgo importante de lo que está sucediendo, y que puede
hacer varias mucho la intención del voto, es que, en contra de lo que se decía,
los ciudadanos están poco ideologizados y hay una gran masa electoral que puede
votar a cualquiera. Ese fenómeno ha ocurrido, por ejemplo, en Gran Bretaña,
Francia y Grecia. Pero, quizá lo mas decisivo de la evolución del voto y del resultado
de las elecciones no sea la problemática coyuntura social que padecemos sino
otros condicionantes con los que nadie parece contar: las maniobras que los
poderes fácticos, temerosos de un verdadero cambio, usarán en su beneficio (y
no olvidemos que los medios de comunicación están en sus manos) y lo que puede
suceder en Cataluña tras las elecciones de septiembre, que los nacionalistas e
independentistas quieren convertir en plebiscitarias. Una declaración de
independencia del Parlamet sería una bomba electoral puesta bajo el asiento del
pusilánime Rajoy, que, como es su costumbre, y aplaudido por algunos, ha dejado
pudrirse el asunto. Tampoco se debe soslayar la influencia que puedan tener los
movimientos sísmicos que sucederán en las formaciones políticas tras las
elecciones autonómicas y municipales e incluso los cambios de liderargo de cara
a las generales de finales de año. Yo creo que mucho de los que está sucediendo
en torno al planificado escándalo Rato tiene que ver con las maniobras conspirativas
para mantener el statu quo social, económico y político y para mí no sería una
sorpresa que Rajoy no fuera el candidato del PP a las generales si las
elecciones de mayo son catastróficas para los populares. ¿Quién es la mano
que mece la cuna? Aznar, naturalmente, que se muere por volver. Las declaraciones
de Julio Anguita en torno al efecto globo: “hay formaciones políticas que lo
mismo se hinchan que se desinchan” son atinadas y también deben ser tenidas muy en
cuenta. Ya hemos visto lo que ha sucedido con UPyD.
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