
Para algunos países europeos el
fenómeno no es reciente, tanto Francia, como Reino Unido han tenido millones de
inmigrantes hace ya bastantes años, los galos los recibían principalmente de
Argelia y los británicos de sus excolonias, sobre todo asiáticas. También había
una inmigración de gente que viajaba dentro de la propia Europa, como bien sabemos
los españoles, que iban de los países menos desarrollados a los que tenían las
economías mas pujantes. España y Turquía aportaron miles de trabajadores a Bélgica,
Holanda, Francia y Alemania.
Aquella inmigración intereuropea,
como ha ocurrido en la mayoría de los casos a lo largo de la historia, tenía un
carácter puramente económico, las personas no dejan sus casas y su tierra si no es
para buscar un futuro mejor, pero la mayoría de aquellas gentes regresaban a
sus países de origen después de unos años de grandes sacrificios para hacerse
con un pequeño capital. Ese factor y el desconocimiento del idioma y las
diferentes costumbres, influyeron bastante en la escasa integración social de
esos emigrantes que, como he dicho, lo fueron solo temporalmente y que, por tanto,
no provocaron tensiones culturales o étnicas importantes.
Pero, lo que estaba ocurriendo en
Francia y en Gran Bretaña era muy distinto. Allí había millones de inmigrantes
sin trabajo que habían llegado para quedarse y que, además de ser una sangría creciente
para las arcas de las distintas administraciones de los Estados, tampoco se
integraban social ni culturalmente, proliferando los ghetos en los barrios de
las grandes ciudades de donde eran expulsados los vecinos nacionales. En los
años 70 ese fenómeno ya se estaba produciendo en ciudades como París o Marsella
y sucedía de la siguiente manera: a una comunidad de vecinos llegaba una
familia argelina con muchos miembros, que enseguida empezaban a causar
problemas a los demás pisos de ese portal y a los comerciantes del lugar, que
sufrían hurtos continuamente. Cuando algún vecino, harto, se mudaba a otro
barrio, otra familia magrebí ocupaba ese piso, que, lógicamente, tenía ya un
alquiler mas barato. Lo mismo sucedió con el pequeño comercio. Así se
transformaba primero una manzana y luego barrios enteros. En España, aunque en
algunas ciudades han pasado cosas parecidas, el proceso fue diferente. En los
últimos 10 años hemos recibido una verdadera avalancha de inmigrantes en una cantidad
que ningún país europeo ha soportado (cerca de 6 millones). Al contrario de lo
que sucedía en otros sitios, aquí la mayoría eran indocumentados que pasaban a
engrosar un verdadero ejército que era explotado en la economía sumergida,
presionando a la baja los salarios y las condiciones de trabajo. No pagaban
impuestos, pero disfrutaban de los servicios sociales y asistenciales. Llegaron
ingentes cantidades de marroquíes, búlgaros, rumanos e hispanoamericanos,
muchos de los cuales lograron un nivel de integración mayor que el que se había
producido en otros lugares de Europa. Incluso hay un alto porcentaje que sirve
en nuestras FF AA. Otros, sin embargo, como los subsaharianos o las decenas de
miles de prostitutas procedentes de distintos países, constituyen un mundo
aparte que es dominado por las mafias.
Cundo se instaló la crisis
económica todo cambió. Ya no hacía falta mano de obra barata sin cualificar.
Algunos inmigrantes regresaron a sus países, pero otros, los mas pobres entre
los pobres, siguieron llegando, procedentes en su mayor parte de países
africanos y asiáticos asolados por las guerras que ha promovido y promueve
Occidente. Es curioso, sino fuera por sus riquezas naturales, como en África,
un continente en el que solo hay un país, Sudáfrica, que tiene una modesta
industria bélica, la gente puede estar armada hasta los dientes.
La falta de perspectiva y la ligereza
con que se ha tratado este asunto va a deparar desagradables sorpresas en
Europa. En Francia, por ejemplo, la ultraderecha que lidera la hija de Le Pen,
Marine, ya es la primera fuerza política en intención de voto.
Deberíamos ser conscientes de que una gran parte de las lágrimas derramadas ante los féretros de Lampedusa eran de hipócritas cocodrilos.
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