La pandemia del coronavirus, y
sus consecuencias económicas, no solo ha traído nuevos conceptos hasta hace
poco impensables, como el del “capitalismo marxista”, ha resucitado una ideología,
que esta sí, estaba completamente muerta, el anarquismo. La verdad es que, si
bien la mayoría de regímenes llamados “comunistas” habían desaparecido, el
marxismo y muchos de sus principios estaban, y están, más presentes que nunca
es las sociedades humanas y en las administraciones públicas. Hoy en día hasta
los partidos de derechas, aunque parece que no son conscientes de ello, tienen
más de marxistas que de liberales. Lo colectivo prima sobre lo individual, eso
ya no se discute hoy ni en sociología ni en economía. A las ideas neoliberales
de la Escuela de Chicago, que habían quedado muy tocadas tras la crisis
financiero-inmobiliaria de 2.008, les ha venido a poner la puntilla la pandemia
del Covid-19. Sin la intervención, en tromba, de los Estados todo se habría ido
al cuerno. La iniciativa privada se ha convertido en un concepto vacío en un
mundo donde todo, para bien y para mal, gira alrededor de superestructuras
económicas, monetarias y administrativas en poder de los Estados. Finalmente,
las grandes corporaciones y los bancos no se han podido hacer con el poder, hay
una nueva “nomenclatura”, muy heterogénea, que manda. Si el nuevo “capitalismo
marxista” es ya una obviedad, está surgiendo otro nuevo concepto del que ya se
empieza a hablar en las redes sociales: el “monetarismo libertario”. Desde que
el domingo 15 de agosto de 1.971 Richard Nixon declaró la inconvertibilidad del
dólar en oro han cambiado muchas cosas. El patrón oro era un sistema monetario
que respaldaba el papel moneda y que garantizaba su valor, pero se necesitaba
mucho más dinero y poner manipular el mercado monetario. Desde entonces lo
único que garantiza el valor del papel moneda es la confianza de los ciudadanos
en él. Los bancos centrales, empezando por la Reserva Federal, se dedicaron a
imprimir papel moneda a destajo como si fueran cromos, papel moneda sin
respaldo de valor, pero que seguía gozando de la confianza de la gente, esta
práctica se ha incrementado exponencialmente con la crisis del coronavirus y
gracias a ella los Estados han adquirido mayor poder en detrimento de las
empresas y de los individuos. Hete aquí que, en este contexto, en este entorno
diabólico, como fantasmas del pasado, han reaparecido los anarquistas (si
alguien piensa que los mayores enemigos en filosofía económica eran los liberales
y los marxistas es que no conoce bien la Historia, los mayores enemigos
conceptuales eran los marxistas y los anarquistas, a nadie dio más cera Marx
que a Bakunin). El inusitado poder que han adquirido los Estados, algo no previsto,
no gusta nada a los libertarios, que no decían nada cuando el proceso, de la
mano del neoliberalismo, iba en dirección contraria. Para cargarse a los
Estados hay que cargarse su papel moneda y ya había unos instrumentos creados
que sirven muy bien para eso: las criptomonedas. Entre las cerca de mil
criptomonedas existentes hay una que sobresale, el bitcoin. Se trata de una
moneda virtual que alguien, no sabemos quién, con el pseudónimo de Satoshi
Nakamoto, creó en 2.008 y que, tras grandes altibajos, ha ido creciendo en
popularidad. No voy a entrar en todos los detalles de esta cripmoneda porque
son bastante complejos y no se pueden desmenuzar en pocas palabras, solo decir
que es una especie de contabilidad virtual compartida donde los protagonistas
no son los Estados, ni, en buena medida, los humanos, sino las máquinas. Miles
de ordenadores de los llamados “mineros” hacen operaciones constantemente para
mantener este sistema monetario actualizado con un consumo de energía, téngase
en cuenta, brutal. China, a la que no se le escapa ningún negocio, hace el 70%
de esas operaciones que pueden reportar márgenes de hasta el 12%. Pues bien,
algunos ingenuos dicen que el bitcoin da libertad individual, que tú eres el
protagonista, que nadie te cobra impuestos ni te controla, es el nuevo “monetarismo
libertario”. Pobres, todo se sustenta en Internet. El único valor real no es ni
el oro, ni el dólar, ni el euro, ni las propiedades, y mucho menos el bitcoin,
el único valor real, queridos libertarios, es la fuerza de trabajo.
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