Tras la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la subida de las pensiones y la subida del sueldo a los funcionarios, medidas tan de justicia que ni siquiera la oposición se ha atrevido a votar en su contra en el Congreso de los Diputados, queda pendiente derogar lo más pernicioso para los trabajadores de la Reforma Laboral de Rajoy, algo a lo que sí se van a oponer los partidos de derechas, pero que va a molar mucho a los que han votado a los partidos de izquierda e incluso a muchos de los que han votado a los partidos derechas. Con esto se terminarán las medidas senyeras de la progresía, esas medidas que son inequívocamente de izquierda y que en el amplio espectro escarlata no pueden disgustar a nadie. Ahora empiezan las tonterías, las chorradas, esas medidas descabelladas que muchos que hemos votado a la izquierda ya sabíamos que vendrían, iba todo en el mismo paquete. Entremos en detalles: Cuando el totalitarismo feminista se ha instalado en el Gobierno, nos podemos temer cualquier cosa relacionada con él. Pues bien, la primera ocurrencia que ha tenido El Ministerio de Igualdad, un ministerio donde no hay cuotas, pues todos sus cargos sus mujeres, es que las féminas puedan acceder a ayudas habitacionales (viviendas sociales, ayudas para el alquiler, etc) y a un salario social (lo gestionarán ayuntamientos y CC AA) si declaran ser objeto de violencia de género, aunque no presenten ninguna denuncia. Evidentemente, en el país de la picaresca, esto es una invitación al fraude y al clientelismo, pero, eso sí, es una manera de acabar con una buena parte de las denuncias falsas que, digan lo que digan, haberlas haylas, y muchas, y que ahora ya están en el punto de mira de la Policía y de los jueces. Una cosa es la igualdad, algo que cualquier persona cabal, todavía con más razón si eres de izquierda, defiende y otra cosa muy distinta la ley del embudo, ancho para mí y angosto para ti. Algunos ya dimos la voz de alarma cuando se aprobaron leyes que atentaban claramente contra la presunción de inocencia y contra el artículo 14 de la Constitución, al discriminar, en razón del sexo, las penas impuestas por el mismo delito en función de que este fuera cometido por un hombre o una mujer. A un hombre le pueden caer cinco años más de cárcel por el mismo delito por el “agravante de género”. Pero, junto a esas medidas legales, también se ha establecido un discurso maniqueo que opera sobre el subconsciente colectivo, como, por ejemplo, que hay una brecha salarial que perjudica a las mujeres por serlo. En mi vida laboral he pasado por varios trabajos donde había hombres y mujeres y no he visto en ninguno de ellos que, por razón de sexo y a igualdad de cargo, el salario fuera diferente. Yo no conozco tampoco ninguna maestra, ni médica, ni jueza, etc, que cobre menos por ser mujer que sus compañeros de trabajo varones. Es cierto que hay una brecha salarial, entre hombres y mujeres, pero no en el sentido que nos han querido vender, obviamente, no cobra igual un minero, un marinero que va a pescar merluza a Las Malvinas o un albañil que se tiene que colgar de un andamio a treinta metros de altura, que una empleada de hogar o una cajera, pero yo no conozco a ninguna mujer que quiera trabajar en esas profesiones como no he conocido a ninguna mujer que quisiera ir a la “mili” cuando el servicio militar obligatorio solo era para los hombres. A la sombra de la violencia y de los asesinatos machistas contra las mujeres, algo que, por cierto, permanece prácticamente constante desde hace 15 años a pesar de las leyes de género y del discurso de la igualdad, se han querido colar leyes y medidas que discriminan negativa y gravemente a los hombres. Se reclaman cuotas si hay más hombres que mujeres, pero si es al contrario, sea en el Gobierno, sea en una empresa, no se dice absolutamente nada. En este mismo sentido, ni un solo hombre se va a beneficiar, y no a costa de las mujeres, de las tonterías feministas del nuevo Gobierno, al contrario.
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