Al presidente ruso, Vladimir
Putin, lo han convertido en el nuevo espantajo con el que meten miedo a los
niños para que se acuesten pronto, el tipo es tan malo, nos dicen, que va
alterando por ahí los resultados de todas las elecciones. Pero a mí, lo
confieso, me cae bien, por varias razones: porque me gustan los políticos que
nunca se ríen en el desempeño de sus funciones, la gente que nunca deja tirados
a sus amigos y a sus aliados y porque es el único que planta cara a los buenos,
esos mismos buenos que mataban indios en las películas del Oeste. Dicen que a
Putin se le puso esa mirada asesina, tan de antiguo espía del KGB que habla
alemán en la intimidad con acento de San Petersburgo, cuando le dijo al
secretario de Estado norteamericano de Obama, John Kerry, en el Kremlin, que la
desaparición de las abejas por culpa de los pesticidas de las multinacionales
norteamericanas era casus belli y que podría llevar al mundo a la Tercera
Guerra Mundial. Pues bien, me he enterado que eso mismo les está pasando a las
mariposas y me dolió mucho, no tanto porque también polinizan las flores como
porque es el insecto que mas me gusta. Me miré en el espejo y tenía la misma
mirada fría y despiadada de Putin.
SI NO HACEMOS NADA, HASTA LOS MUERTOS, CONVERTIDOS EN FANTASMAS CON BIRRETE BLANCO, EMERGERAN DE LAS TUMBAS PARA EXIGIR JUSTICIA.
martes, 30 de mayo de 2017
LA EXTINCIÓN DE LAS MARIPOSAS
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