Distintas organizaciones ecologistas,
personalidades, estadistas y foros económicos llevan ya muchos años advirtiendo
lo que se nos viene encima si no damos un giro drástico a la locura de un
crecimiento que ya no es sostenible, al despilfarro de las materias primas y al
agotamiento de los recursos naturales. Buscando en mi biblioteca he encontrado
un libro escrito por Alexander King y Bertrand Schneide, en los años setenta,
“La Primera Revolución Global”, que ya daba la voz de alarma. “La Primera Revolución
Global” fue un demoledor informe del Consejo
al Club de Roma tomando como base el informe “Los Límites del Crecimiento” que apareció
en 1.972. Este informe fue elaborado por un grupo de 100 miembros, entre los
que figuraban especialistas en economía, sociólogos, científicos, empresarios,
altos funcionarios y artistas de todo el mundo con un solo objetivo: la
preocupación del futuro de la Humanidad. El segundo informe deja diáfano que
solo una revolución a nivel planetario puede salvarnos.
El presidente de los EE UU, Donald
Trump, ha sacado a su país del Acuerdo de París sobre el Clima. Trump no engaña
a nadie, ya lo había prometido en su campaña electoral y la gran diferencia
entre el nuevo presidente norteamericano y los anteriores es que Trump no tiene
ningún pudor en guardar las formas. Yo tengo serias dudas de que sea
salvaguardar el trabajo de muchos ciudadanos estadounidenses el verdadero
propósito de Donal Trump, porque en los EE UU hay billonarias inversiones en
explotaciones petrolíferas por fractura hidraúlica, por ejemplo, que
podrían estar seriamente comprometidas
con un cambio de la política energética. Sea como fuere, es un error mayúsculo,
por un lado porque los EE UU son los que mas contaminan la atmósfera del
Planeta, y eso nos va a afectar a todos, y por otro porque no subirse al carro
de la “revolución global” va a pesar gravemente en el futuro tecnológico e
industrial de los EE UU, que seguirán en el siglo pasado. Al contrario, China,
en cuyas ciudades y polígonos industriales reina un aire irrespirable y la
gente tiene que llevar mascarilla cuando sale a la calle, ha dado un paso
inequívoco y cabal hacia la economía del siglo XXI. El primer ministro chino ha
ratificado a la canciller alemana, Angela Merkel, que China seguirá comprometida
con el Acuerdo de París. No son solo palabras, la Asamblea Nacional Popular
aprobó para el Plan Quinquenal ya en curso cerrar todas las minas de hulla y
lignito, cerrar todas las centrales electrotérmicas de carbón, y que el nuevo mix
energético de China sea de energías renovables, energía nuclear y nuevas
centrales electrotérmicas que usarán gas ruso. El propósito de China es reducir
drásticamente las emisiones de CO2 y convertirse en líder mundial en tecnología
energética renovable.
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