
Hasta ahora, el presidente ruso,
lejos de amilanarse, ha respondido con firmeza a todos los envites occidentales.
En Georgia las tropas rusas aplastaron en pocos días a las que había enviado
Saakashvili, espoleado por la OTAN; a la instalación de componentes esenciales
de la Iniciativa de Defensa Estratégica en Polonia, Rusia respondió con la
instalación de los misiles tácticos de medio alcance “Iskander” en su enclave
de Kaliningrado y al intento de desplazar a Rusia de la base naval de
Sebastopol, vital para el control sobre el Mar Negro, y privarla de sus radares
de alerta temprana instalados en Crimea, que la protegen de un ataque de la
Sexta Flota, la respuesta fue recuperar la soberanía sobre la Península. Pero,
Occidente no pareció entender que Rusia no estaba dispuesta a doblar la rodilla
y, pasando por encima de los acuerdos firmados, siguió adelante con su intento
de incorporar a Ucrania a la OTAN. Naturalmente, las bases militares que Rusia
tiene en Crimea, vitales para su defensa, no sirven de nada si la OTAN instala
sus propias bases a pocos kilómetros de distancia, en las provincias prorrusas
del Este de Ucrania. Putin ya había advertido que no toleraría que se cambiara
el statu quo estratégico de Ucrania y mucho menos que eso ocurriera masacrando
a la población civil de las provincias del Este. El mensaje no fue entendido y
las últimas semanas las fuerzas del ejército ucraniano y de la Guardia Nacional
(integrada mayoritariamente por voluntarios fascistas del Sector de Derechas)
se han despachado a gusto bombardeando casas, escuelas y hospitales, empleando
incluso obuses de 155 mm (calibre OTAN) proporcionados por Occidente. Los
ciudadanos del Este de Ucrania, cuyo único delito fue apoyar al presidente
Yanukóvich, legítimamente elegido, están teniendo que abandonar sus hogares, en
medio de la nieve y del frío invierno, en un drama que está ocurriendo en el
corazón de Europa. Pero, el presidente ruso no los ha abandonado a su suerte.
No solo se ha estado manteniendo la ruta de los camiones de blanco, con
alimentos y medicinas, que recuerda a la “Ruta de la Vida”, que a través del
congelado Lago Ladoga abasteció a la sitiada Leningrado durante la Segunda
Guerra Mundial, Rusia ha procurado armas a las milicias y en los últimos días
han proliferado los “hombres de verde” los mismos que, sin distintivos, ocuparon
Crimea. Son soldados del ejército ruso armados con sus modernos fusiles Kaláshnikov
Ak-103 y AN-92 “Abacan”, curtidos en mil batallas, desde Georgia hasta
Chechenia.
No ha salido bien acosar al oso
del Norte, ni apoyando a los golpistas en Ucrania, ni con sanciones, ni sacando
al mercado las reservas estratégicas de petróleo y aumentando la producción
para derrumbar los precios y asfixiar económicamente a Rusia (se ha terminado
la fiesta y los precios ya han empezado su remontada) y sus zarpazos duelen
mucho.
No se puede entender que los
mismos que encontraron razonable la respuesta norteamericana ante la
instalación de misiles en Cuba no comprendan la resolución rusa ante las
amenazas que promueven en sus fronteras.
Pero, afortunadamente, parece que
el presidente Obama piensa que Mérkel, la instigadora del conflicto ucraniano,
ha ido demasiado lejos y con sus aventuras está perjudicando gravemente la
economía europea, incluida la alemana, las relaciones entre EE UU y Rusia
(importantísimas para lidiar con conflictos como el de Afganistán) y hasta la
paz mundial.
Esperemos que triunfe el sentido
común, que Rusia deje de ser vista como la enemiga y que la gente pueda regresar a sus casas.
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