
Ya estamos asistiendo a
movimientos sísmicos políticos provocados por las distintas estrategias
electorales, espoleadas por el nerviosismo que, como en el choque de las placas
tectónicas, son el preludio de la catástrofe.
Sin duda lo que está pasando en
la Federación Socialista Madrileña es lo mas llamativo. Entre los socialistas
ha cundido el pánico, porque, según todas las encuestas, serán relegados a la
tercera fuerza y PODEMOS va a crecer mucho a su costa. La preocupación no es
tanto política como del futuro modus vivendi de mucha gente. El PSOE ha perdido
miles de cargos en los últimos años pero todavía conserva una buena cantidad en
sus manos, que monopoliza la casta que ha hecho de la política su profesión
desde hace mucho tiempo. Otra debacle electoral puede enviar a gran parte de
los que conservan su puesto en las Administraciones, en el sindicato afín, que
se nutre principalmente de dinero público, o en el Partido a engrosar las filas
del INEM, y ya sabe usted, como saben ellos, como está el empleo en España.
Pero, el poder económico, que es el que verdaderamente mueve los hilos en este
país, también está muy preocupado por lo que puede pasar en Madrid tras las
elecciones. No olvidemos que algunos empresarios no tuvieron escrúpulos a la
hora de sobornar a dos diputados socialistas, cuando el “golpe de Estado” del “Tamayazo”,
para que la situación siguiera bajo control y que no peligraran sus fabulosos
negocios asociados al timo de la especulación financiero-inmobiliaria. A esta
gente no le salen las cuentas y no ven salida posible sin recurrir a la “Gran
Coalición” un Gobierno de populares y socialistas. Esta operación,
naturalmente, no va a ser una singularidad para Madrid, sino que puede ser
impuesta también en Andalucía o en el Gobierno del Estado si lo creyeran
necesario, en esa clave hay que entender lo que ha pasado en la FSM y en el
golpe de mano de Pedro Sánchez, tan proclive a pactar con el PP incluso medidas
anticonstitucionales, como la nueva ley antiterrorista que se han sacado de la
manga. Tomás Gómez era un estorbo para la nueva estrategia y ese es el
verdadero motivo de sus defenestración y no los sobrecostes del tranvía de Parla,
que comparado con lo que los socialistas han hecho en Andalucía o Asturias es
pecata minuta.
Pero, si el nerviosismo es mal
enemigo, aún es peor la visualización pública de la falta de unidad y eso es lo
que está transmitiendo el PSOE con las manifestaciones de sus propios
militantes ante la sede de Ferraz, la rebeldía de Tomás Gómez, que se resiste a
perder una secretaría general ganada legítimamente en un congreso, o la
repentina aparición de conspicuos como Carme Chacón, que ha salido de sus
cuarteles de invierno esperando pescar en río revuelto.
El terremoto político en España
está a la vuelta de la esquina.
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