
Así calificó el
presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, a los autores del gigantesco
incendio que asoló el país vecino provocando 64 muertos, decenas de heridos y
cientos de damnificados, muchos que lo perdieron todo en junio de 2017. En
efecto, los bomberos pudieron determinar que el fuego comenzó horas antes de la
“tormenta seca”, con varios focos simultáneos, y que no fue un rayo el
causante, como se había barajado en principio. No era la primera vez, ni mucho
menos, que Portugal padecía devastadores incendios, la mayoría provocados, pero
nunca, hasta entonces, había quedado tan diáfano que tras el fuego están
individuos que solo se pueden calificar de terroristas. En Portugal seguirían
los pavorosos incendios, también este año, y en Grecia, y en Francia y en
Argelia (con 36 muertos) y en España, donde cuando escribo estas líneas hay
gigantescos incendios que asolan valencia y otras CCAA ante la desesperación de
los héroes que, desde tierra o desde el aire, intentan apagarlos sin éxito.
En
España hemos tenido relativa suerte, porque a pesar de los miles de incendios
forestales que ha sufrido nuestro país todavía no hemos tenido un drama humano
tan grande. No debemos olvidar, sin embargo, que en España tenemos una media de
ocho muertos (seis de los servicios de extinción) al año en los incendios
forestales. El peor año fue 2.005, cuando en un solo incendio, en Guadalajara,
perdieron la vida once componentes de los servicios de extinción, en aquella
ocasión el incendio fue provocado por una barbacoa mal apagada, como uno de los
que han asolado Valencia, donde se arrojaron las brasas al suelo, es decir, por
negligencia criminal.
Algunos incendios son provocados por pirómanos enfermos, a los que les gusta
ver arder el monte, pero la gran mayoría lo son por intereses económicos, no
solo los forestales. Recordemos el fuego que padeció la localidad de Seseña,
donde ardieron millones de neumáticos, el incendio fue provocado por las
rencillas económicas entre dos cuñados, y también es de conocimiento público
que algunos locales y empresas son incendiados para cobrar el seguro o para
echar el cierre de manera menos onerosa. En todos los casos, debemos ser
conscientes que los pirómanos son terroristas cuyas acciones son tan execrables
como las del terrorismo yihadista o el de ETA porque, como hemos visto, ponen
en peligro las vidas y haciendas de las personas y atentan muy gravemente
contra la Naturaleza, cuando el planeta Tierra más está padeciendo las
consecuencias del cambio climático. Los incendios dejan pueblos arrasados,
familias destrozadas, decenas de miles de hectáreas desertizadas, aguas
contaminadas y miles de animales, domésticos y salvajes, carbonizados.
En
Asturias, hemos padecido cientos de incendios en los últimos dos años, la
mayoría también provocados, bien por negligencias o con alevosía y
premeditación. Algún incendiario incluso ha sido grabado por cámaras instaladas
en el monte. La Guardia Civil, tras arduas investigaciones, logró detener a
varios pirómanos, no por casualidad todos pertenecientes al mismo colectivo, el
de los ganaderos ¿hay alguno en la cárcel? Fue en una sesión en la Junta
General donde varias asociaciones ganaderas lograron intimidar a los diputados
regionales (“queremos seguir haciendo lo que siempre hemos hecho”, dijeron
entonces con vehemencia) todos los grupos, menos Podemos, acordaron levantar la
prohibición de que el ganado pastara en los terrenos quemados, convirtiendo a
Asturias en la única comunidad autónoma de España donde se permite. La iniciativa
de la medida fue del PP. No solo eso, también se acordó dejar sin efecto las
sanciones vigentes por llevar ganado a pastar a terrenos acotados. A partir de
que los políticos asturianos tomaran esa irresponsable decisión los incendios
forestales se multiplicaron, al mes siguiente fueron más de 260. Pero, no
debemos olvidar que abaratar el precio de la madera o conseguir que el suelo
sea edificable también son “razones” para quemar el monte.
Para
prevenir los incendios forestales son necesarias unas políticas de limpieza del
monte y de vigilancia adecuadas y poner en su sitio, con medidas legales
contundentes, con penas similares a las que contempla la Ley y el Código penal
para otros tipos de terrorismo, a la mano criminal. Cuando el monte se quema, algo
nuestro se quema.
Mi
reconocimiento y admiración para los bomberos, voluntarios, pilotos de aviones
y helicópteros y los soldados de la UME, que se juegan la vida en el infierno.
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