
El que fuera magnífico ministro
de Exteriores del Gobierno de España, José Manuel García-Margallo, un gran
profesional, un tipo inteligente y muy bien informado, estaba al tanto de los
detalles de este complot, lo mismo que los servicios secretos españoles, el CNI.
Tanto es así que había llamado al embajador israelí en Madrid para decirle,
en Román Paladino, que Israel dejara de meter las narices en nuestros asuntos. El
presidente de Israel, en su visita a España, dijo que nada de esto era cierto,
pero mintió. La intervención israelí en los asuntos internos de España viene de
antiguo y ya llovía sobre mojado, porque nuestros servicios secretos, y no solo
ellos, sabían perfectamente el papel que los sionistas habían desempeñado en el
golpe de Estado de 1.981 contra el presidente Suárez (no me refiero a la “tejerada”,
me refiero al de verdad, al que había apartado a Suárez del poder unas semanas
antes de la asonada del 23 de febrero. Suárez se negaba a que España reconociera
el Estado de Israel hasta que devolviera los territorios ocupados en la
guerra de 1.967, según mandato de la ONU). George Soros había comprometido un
crédito-puente de 20.000 millones de euros para financiar los primeros meses de
la independencia de Cataluña, porque sabía perfectamente que finalmente las
presiones de Alemania y otros países obligarían al Gobierno de España a tragar
con la incorporación de ese nuevo Estado a la UE. Cataluña es la comunidad
autónoma española más endeudada, debe unos 75.000 millones de euros, unos
50.000 millones al Estado Español y George Soros era totalmente consciente de que
no podría devolver el crédito, de eso se trataba. El buen especulador no es el
que presta dinero para obtener suculentos intereses, es el que se lo presta al
que sabe que no se lo va a poder devolver para quedarse con todos sus bienes,
en este caso con Cataluña. Soros también está haciendo todo lo posible por
hacerse en España con el control de AENA y de algunos bancos. Exactamente eso
mismo había hecho George Soros en Hungría y Ucrania. Algunos ingenuos piensan
que un empresario catalán, los militantes del partido de Puigdemont, a escote, y el dinero del FLA son los que están pagando la cara residencia en Waterloo y las correrían del
prófugo por Flandes y Bruselas, pues no. La última grosera intervención de
George Soros, por si alguien albergaba alguna duda, ha sido la gentil entrega
de 450.000 euros para montar una campaña contra el Brexit, no es su primer
ataque contra la soberanía británica, pues en el pasado lanzó otro inmisericorde
contra la Libra.
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