
No se exageraba cuando se decía
que Mohamaad bin Salman era, además de fanático fundamentalista, un tipo muy
ambicioso y que hasta el príncipe heredero le tenía miedo, pero los acontecimientos
dieron la razón cuando, después de bombardear Yemen y convertir, con la
intervención militar saudí al margen del Consejo de Seguridad de la ONU, aquel
país en un drama humanitario, se hizo con todo el poder en Arabia Saudí. En
efecto, de la noche a la mañana fue destituido el príncipe heredero y nombrado
sucesor bin Salman, que, además de conservar el Ministerio de Defensa también
se hizo viceprimer ministro. Pero, no se conformó con eso; mientras acosaba a
su vecina Qatar, porque no le gustaban las cosas que veía en la cadena de TV
qatarí Al Jazeera, y ponía en cuestión la soberanía de ese país sometiéndolo a
chantaje, preparaba un nuevo ente que pondría enseguida al servicio de su ambición
desmedida. Mohamaad bin Salman se sacó de la manga un comité anticorrupción,
presidido por él, que lo primero que ha hecho es detener a once príncipes y a
decenas de personas, las más ricas e influyentes del reino.
“El hombre más peligroso del
mundo” se entretiene haciendo cábalas y soñando con un macroproyecto faraónico,
una especie de megalópolis tecnológica solo digna de un individuo como él; pero,
entre sus entretenimientos hay otros mucho más peligrosos, tanto que podrían
poner en peligro la paz mundial. Bin Salman, como el jovenzuelo consentido que
siempre se ha salido con la suya, ha cogido una rabieta porque no ve acabar su
aventura en Yemen, los rebeldes hutíes (chiítas) resisten, y la Guerra de Siria
va a terminar con el triunfo de al Assad, también chiíta, al que odia. Por eso
se ha embarcado en una aventura conspirativa demencial que, ahora que se
podrían estabilizar Irak (con gobierno Chiíta) y Siria, puede provocar un
conflicto de dimensiones inimaginables. El verdadero objetivo de bin Salman es
Irán (chiíta) la única potencia regional que puede poner freno a su desmedida
ambición y para esa lucha no le van a faltar aliados, desde los EE UU hasta
Israel, pasando por gente que traiciona a su país por un plato de lentejas, como
el primer ministro de Líbano Saad Hariri, que ha desertado a Arabia Saudí
alegando que teme por su vida. Recordemos que Líbano tiene un presidente
cristiano, el general Michel Aoun, aliado de los chiítas y que ese país es
feudo de Hezbolá, organización chiíta aliada de Siria y de Irán. Pongámonos en lo peor.
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