
No es la primera vez que un
presidente del Gobierno miente en asuntos de especial importancia y gravedad.
Me vienen a la memoria embustes y patrañas memorables, como cuando Felipe González
nos dijo que para entrar en la UE había que ingresar en la OTAN o cuando José María
Aznar, a sabiendas de que los informes del CNI decían todo lo contrario,
manifestó que en Iraq había armas de destrucción masiva. La mentira mas
asquerosa de Aznar y algunos de sus ministros fue intentar mantener durante
unos días, los suficientes hasta que se celebraran las elecciones, que los
atentados del 11M (una respuesta islamista a su protagonismo en la reunión de
Las Azores y la participación de España en la guerra) eran obra de ETA, cuando
la policía y los servicios secretos sabían perfectamente que no era así y lo
habían comunicado al Ministerio de Interior y al propio presidente del
Gobierno. Estamos hablando de unos atentados donde murieron 200 personas y hubo
casi 2.000 heridos. No se puede ciscar uno en nuestros muertos.
Pero las mentiras del Gobierno
del PP y del presidente Rajoy en el caso Bárcenas son especialmente groseras. Hace
unos días ya pedíamos, ante la evidencia de la financiación ilegal y el pago de
sobresueldos con el dinero de todos los españoles, la dimisión de Mariano Rajoy
y la convocatoria de elecciones generales y también abogábamos por la necesidad
de una moción de censura, para que el presidente del Gobierno diera la cara en
el Parlamento. Hoy, ante el sublime escándalo de los SMS, reiteramos la
exigencia de dimisión con mas énfasis y pedimos otra vez a los partidos de la
oposición la presentación de esa iniciativa parlamentaria.
No me voy a olvidar, en estos
tristes momentos, de los militantes y votantes del PP, ciudadanos horados en su
inmensa mayoría, con los que podemos tener discrepancias políticas, pero que no
se merecen esto. Muchos españoles, ante las fechorías y despilfarros del
Gobierno socialista de Zapatero, habían confiado en el PP para sacarnos del
pozo, incluso soportaron que Rajoy diera la vuelta, como si fuera un calcetín,
al programa electoral. Todo fuera por el bien de España. Pero ahora, ante la
que está cayendo, se sienten especialmente engañados y estafados y no pueden
tolerar, ni un minuto más, tener como líder a un sirvergüenza.
Estamos en un momento histórico
muy importante, sin duda el mas decisivo para nuestro futuro desde la
Transición. Los problemas que tenemos ante nosotros son enormes, con un país en
graves dificultades económicas y sociales, con seis millones de parados y casi
el 60% de los jóvenes sin empleo. Va a ser muy difícil salir de esta situación,
hay que decirlo sin ambages, pero el camino tiene que ser trazado por hombres y
mujeres cuya catadura moral esté a la altura de lo que necesita y se merece España.
Estos días también comentábamos
la evidencia de la conspiración que estaba detrás de las publicaciones
explosivas del diario “El Mundo” y de los tejemanejes de su director, Pedro
J. Ramírez, que tiene una extraña afición por las intrigas. Y también del
oportunismo de Esperanza Aguirre, que hablaba de la necesidad de limpiar bajo las
alfombras cuando ella misma accedió a la presidencia de la Comunidad Autónoma
de Madrid gracias a que la mafia del ladrillo sobornó a dos diputados, Tamayo y
Sáez, socialistas.
Seguramente habrá elecciones
generales anticipadas, pero esta vez, mas que el programa o las ideas, lo
fundamental será la integridad de los candidatos.
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