
Pero la tragedia del “Kursk” está
todavía rodeada del misterio que provocan los documentos clasificados como
secreto de Estado y de que nunca se han aclarado por completo cuales fueron las
verdaderas causas de su hundimiento.
El K-141 “Kursk” era un monstruo
de doble casco de titanio, 154 metros de eslora y un desplazamiento de unas
15.000 toneladas, capaz de navegar en inmersión a una velocidad de 32 nudos y
sumergirse a una profundidad de un kilómetro. Estaba armado, como el resto de
la clase Oscar-II a la que pertenecía, con 24 misiles multipropósito SS-N-19,
que portan una cabeza nuclear táctica y pueden hundir un portaaviones a miles
de kilómetros de distancia. También disponía de 4 tubos lanzatorpedos a proa y
otros dos a popa. Estaba propulsado por dos reactores nucleares OK-650-B que
movían dos turbinas de vapor y estas, a su vez, dos hélices de 7 palas
ultrasilenciosas. La tripulación la componían 44 oficiales y 68 marineros. Este
submarino no era estratégico, es decir, no estaba diseñado para una respuesta
nuclear demoledora ante un ataque a Rusia (como los de la clase 941-“Akula”, “Typhoon”
según el código de la OTAN, todavía mucho mayor, 25.000 toneladas de
desplazamiento, que porta 24 misiles con 10 ojivas nucleares independientes
cada uno o los mas modernos, que están entrando apresuradamente en servicio, de
la clase 995 “Borei”, que llevan 16 misiles nucleares “Bulavá”, prácticamente
imposibles de interceptar, con 10 ojivas cada uno). Estos submarinos y
sus misiles han sido diseñados para dar respuesta al Escudo Antimisiles y a
toda la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) de EE UU y sus aliados, que
pretendían dejar a Rusia indefensa ante un golpe atómico.
En agosto del 2.000, a pesar de
las graves dificultades económicas que padecía Rusia y las penurias de su
población, el Kremlin organizó unas espectaculares maniobras navales que tenían
varios objetivos, entre ellos manifestar claramente a Occidente que Rusia
pensaba mantener su soberanía y su control sobre sus riquezas naturales al
precio que fuera necesario (que el Gobierno del etílico Yelsin había puesto en
duda) y probar algunas armas, nuevas por principio, como el torpedo-cohete de cavitación,
capaz de alcanzar una velocidad bajo el agua de 500 Km/h y con un alcance de
varios cientos de kilómetros. El submarino de ataque K-141 “Kursk” sería el
encargado de la prueba. A las maniobras estaban invitados destacados mandos
militares de la RPCh.
Recordaremos aquí, solo de
pasada, la angustiosa espera de las familias después de las explosiones que
sucedieron en el Kursk, los aprietos en que se vieron las autoridades militares
y políticas rusas y la agonía (sobrevivieron durante tres días) de los
marineros atrapados en los compartimentos de popa del submarino que resistieron
a la honda expansiva.
El presidente Putin, que fue muy
criticado porque se dijo que no había puesto todo su empeño en el rescate, dio la
orden de reflotar el submarino y dar sepultura a su tripulación, al precio que
fuera, en una costosa operación de rescate.
A día de hoy pocos saben en
realidad lo que pasó, algunos expertos dicen que fue una filtración del peróxido
de hidrógeno usado como propelente en el torpedo lo que causó el accidente,
otros que hubo una explosión del cohete de cavitación dentro del tubo y los mas
osados que fue un torpedo con cabeza perforante de uranio empobrecido, usado
por los submarinos norteamericanos, lo que hundió en realidad al “Kursk”. Esta
teoría estaría avalada por el interés de EE UU en que China no se hiciera con
ese torpedo, en la presencia de dos submarinos de ataque USA en las
inmediaciones y porque cuando el “Kursk” fue sacado a dique seco tenía una extraña
perforación, perfectamente redonda y con el titanio doblado hacia adentro, en
la zona del buque donde sucedió la explosión.
El asunto no es baladí, porque la
diferencia puede estar en que Putin es un individuo sin escrúpulos, que estaba
de vacaciones mientras agonizaban los marineros del submarino a 90 metros de
profundidad, o que el presidente ruso tuvo la sangre fría de no llevar a Rusia a
una guerra que habría ocasionado su aniquilación. No sería la primera vez que
Putin tiene que tomar decisiones muy dolorosas por el bien de Rusia, sea en un
teatro o en una escuela.
La verdad quizá no la sepamos nunca.