
Grupos ecologistas han salido en defensa de la singularidad del ecosistema asturiano argumentando que introducir bisontes en nuestra región va contra la normativa de nuestros parques, que prohibe repoblar con especies no autóctonas. Pero, amigos míos, no es este el caso.
El bisonte no es un animal extraño en Asturias y, en general, en toda la Cornisa Cantábrica, basta echar un vistazo a las pinturas de nuestras cuevas prehistóricas para comprobarlo. Al contrario, junto con los venados, era una de las piezas cotidianas preferidas de los cazadores rupestres. Pero, en efecto, no todos los bisontes son iguales y hay que tener muy claro cual era el que poblaba nuestros bosques.
Hoy en el mundo solo sobreviven dos especies, el Bison bison, que vive en las llanuras de Canadá, EE UU y México, mucho mas corpulento, con la cabeza mucho mas grande y de mayor alzada, que es el que solemos ver en las películas de indios, y el Bison bonasus, que es el bisonte europeo, bastante mas pequeño y adaptado a vivir en los bosques. Ambos estuvieron a punto de desaparecer, pues de contarse por millones pasaron a quedar unas pocas docenas, aunque el drama del bisonte americano es mucho mas reciente y está ligado a la colonización salvaje que padeció Norteamérica en los siglos XVIII y XIX.
Del bisonte europeo, animal glorificado por nuestros ancestros, tan solo quedó un pequeño puñado en Polonia que, gracias a la iniciativa de administraciones públicas, organizaciones privadas y de algunos particulares han logrado salvarse y repartirse en algunos reducidos núcleos por Europa.
Entendemos muy bien la preocupación de los ecologistas, porque no es la primera vez que animales extraños trastornan dramáticamente el hábitat natural asturiano, desde el asilvestramiento de perros y gatos, hasta la introducción irresponsable de cangrejos y truchas americanas. Una de las últimas ocurrencias fue el intento, afortunadamente fracasado, de que el oso "Furacu", un espécimen centroeuropeo, cubriera a "Paca" y "Tola" dos de nuestras osas que, como todo el mundo sabe, pertenecen a la subespecie cantábrica, ya endémica y en grave peligro de extinción, a pesar de algunos éxitos como las dos osas a las que se logró salvar la vida (muchas gracias) y al mayor control por parte del Seprona de los desaprensivos que usan lazos de acero y artilugios criminales similares.
Pero el caso del bisonte (greñosu, como gusta llamarlo a un buen amigo) es distinto, porque no existe ninguna subespecie con la que se pueda cruzar, ni ninguna especie con la que compita por el alimento (come hierva y zarzas, abundantísimas en Asturias) pero lo mejor de todo es que, contra lo que se está diciendo, el bisonte europeo que procede de los últimos ejemplares encontrados en Polonia tiene todas las probabilidades a su favor de ser descendiente genético de la misma especie que pobló Europa y Asturias hace 15.000 años.
El bisonte europeo ya era una subespecie singular, bastante moderna, adaptada a la vida en el bosque, que se había separado del tronco común del bisonte centroasiático, que también había emigrado durante la última glaciación a Norteamérica y que es genéticamente mucho mas antiguo.
Es decir, los bisontes asturianos no han podido seguir una evolución paralela, como nuestros osos y nuestros urogallos, porque desaparecieron, exterminados por el hombre, hace mas de 6.000 años, cuando en los bosques caducifolios del centro y sur de Europa, incluida la Cornisa Cantábrica, los animales transitaban sin otras barreras que no fueran los accidentes geográficos y porque, en aquella época, era un animal recientemente evolucionado.
Debemos concluir, por tanto, que los bisontes europeos que han sobrevivido están directamente emparentados con los que poblaron los bosques de Asturias.
Es una decisión política, que podría dar muchas satisfacciones, que el "greñosu" regrese, después de tanto tiempo, entre nosotros.
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