
El enfrentamiento entre el Oeste
y el Este que las potencias occidentales acordaron en la reunión de la OTAN que
se celebró en Madrid, con Pedro Sánchez como anfitrión, era un regreso a la
“Guerra Fría” y a las políticas de confrontación por la hegemonía y la
dominación mundial. EE UU, un imperio en claro declive, con la inestimable
ayuda de su escudero británico, arrastró a sus aliados europeos a levantar un
nuevo telón de acero en Europa, a las tensiones con China y a extender la
Alianza Atlántica a otras áreas, desde África a Asia-Pacífico, pasando por el
Medio Oriente (por supuesto, sin incluir bajo su cobertura a Ceuta y Melilla).
Esa nueva confrontación pasaba por derrotar a Rusia y provocar, con una guerra
híbrida que el imperialismo viene desarrollando desde hace décadas, su
desintegración, como antes habían logrado la desintegración de la URSS. Pero,
esta vez no se trataba solo de acabar con Rusia como Estado, se trababa también
de apoderarse de sus enormes riquezas naturales, algo de lo que ya habían
estado muy cerca y que la aparición de Putin en la escena política rusa impidió. Pero, hete aquí, que la cacareada contraofensiva ucraniana, a
pesar de las ingentes cantidades de armas occidentales aportadas y de los miles
de mercenarios pagados con dinero, sobre todo, de la UE, no ha dado los
resultados que esperaban. Los rusos tuvieron meses para preparar la defensa y
colocaron todo tipo de obstáculos para impedir el avance de los tanques de
batalla y de los vehículos blindados de infantería de los nazis, sobresaliendo
entre ellos decenas de miles de minas anticarro enterradas en toda la línea del frente. La
criminal destrucción de la presa de Kajovka, que estaba bajo control ruso,
provocó que millones de metros cúbicos de agua arrastraran mucha tierra, que
era lo que principalmente los ucranianos y sus padrinos pretendían, pero parece
que no fue suficiente para neutralizar las defensas rusas, especialmente las
minas que hemos mencionado. Al mismo tiempo que combaten a Rusia ya
abiertamente, una vez que la OTAN ha ido cercándola año tras año, en contra de
lo que habían prometido a Gorvachov, también se preparan para atacar a China,
no directamente, en el campo de batalla, por supuesto, sino también en una
guerra híbrida utilizando a Taiwán como carne de cañón y a las sanciones y la
propaganda como instrumentos. Demonizar a los chinos, como a los rusos, para
cosificarlos y vender lo malos que son a la opinión pública no será algo
difícil, la CIA y el MI6 británico son muy buenos haciendo ese tipo de cosas,
recordemos al actor británico Christopher Lee interpretando al malvado
Fu-Manchú o como demonizaron a Al Assad en la Guerra de Siria. Qué importa que todo el mundo sepa que Taiwán es una provincia
china, qué importa que casi nadie reconozca a la isla como país, tampoco la ONU.
En este contexto mundial de
confrontación entre grandes potencias y sus aliados, África ha estallado. Era
una bomba de relojería a punto de estallar, solo era cuestión de tiempo.
Recordar ahora la grosera y criminal intervención de la OTAN en Libia “para
poner allí la democracia” no está de más. No era la democracia, por supuesto, sino la rapiña
lo que llevó a las potencias occidentales a atacar Libia, la misma rapiña que
llevan más de un siglo perpetrando en África, un continente riquísimo, cuyos
habitantes de mueren de hambre o tienen que emigrar a Europa, arriesgando sus
vidas, para intentar sobrevivir. Francia es el paladín de la opresión sobre
África y fue la que presionó a EE UU para que la OTAN interviniera en Libia.
Podríamos relatar la larga historia de fechorías francesas en África, pero
invito al lector a ver en Internet el discurso que pronunció el presidente
francés, Macron, en Burkina Faso en noviembre de 2017 y como humilló públicamente a su presidente de
entonces, que se vio obligado a abandonar la sala ¿Habrá ido a mirar el aire
acondicionado? Dijo entonces el presidente francés riéndose del mandatario africano.
Ese vídeo lo resume todo. África se ha cansado de humillaciones y robos, se ha
cansado de los crímenes de Occidente y ha encontrado en Vladímir Putin a su
mayor aliado, un aliado que los africanos saben que no va a ir a robar sus
materias primas, porque Rusia tienen más que nadie y que ha ofrecido su grano
gratis a los países más pobres, ante la alarma de Borrell, que ha dicho que
Putin quiere hacer dependiente a África de la comida. El imperialismo
reaccionará, nunca ha dejado sus presas sin guerra, y
Argelia es el líder de la dignidad y de la independencia africana. Una
confrontación entre Marruecos, aliada de EE UU, y Argelia, aliada de Rusia, no
se puede descartar en medio de las tensiones en África y España, que ha estado
colaborando militarmente con el neocolonialismo francés, bajo la coartada de
“ayuda humanitaria” o de “lucha contra el terrorismo” podría ser arrastrada a
una guerra cuyas consecuencias no es posible prever. Somos el único país
europeo que tiene fronteras con África y estamos muy cerca de Marruecos y de
Argelia ¡Cuidado!
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