
Ya dicen que
Zelenski es más gafe que la Pantoja, todos los que le dan la mano caen o están
a punto de hacerlo: cayó el primer ministro británico, Boris Johnson, cayó el
primer ministro italiano, Mario Draghi, cayo la primera ministra sueca,
Magdalena Andersson, y ahora le tocó el turno a la primera ministra de
Finlandia, Sanna Marin. A esta última la recordará mucha gente, más que por sus
fechorías políticas, por las fiestas lésbicas que organizaba en su residencia
oficial, la que pagaban los finlandeses. Me hace mucha gracia ahora recordar como algunos la defendieron. Otros están en la cuerda floja, como el presidente
francés y su gobierno, con la Galia en pie de guerra y con su popularidad por
los suelos, sin olvidarnos del tripartito “progresista” alemán que caerá
(podemos abrir apuestas) en cuanto haya elecciones en Germania. Quizá haya
gente que dude que la causa de la caída de esos gobiernos esté relacionada con
la guerra de Ucrania y con la supeditación de esos ejecutivos a los intereses
económicos y estratégicos de EE UU, pasando por encima de los intereses de sus
propios países ¿Habrá influido la pandemia, la coyuntura económica
internacional, esa inflación de la que le echan la culpa a Putin? Por supuesto
que todo eso ha influido, pero es que, cachis en diez, en Hungría también ha
habido elecciones, también todo eso ha influido, y Viktor Orbán ha arrasado,
precisamente con unas políticas con respecto a Ucrania y a Rusia completamente
opuestas a todos los que han caído en desgracia. Los casos de Suecia y Finlandia
son singulares porque, además de las sanciones a Rusia y de enviar armas a
Ucrania, han perdido su neutralidad en el altar de la OTAN. Finlandia, que
comparte 1.400 kms de frontera con Rusia, no había tenido ningún problema desde
el final de la Segunda Guerra Mundial con su poderoso vecino y Rusia la proveía de electricidad, gas y petróleo a
precio de amigos. Todo eso se terminó y ahora, además de que los finlandeses
tienen que aflojar el bolsillo, hay unos cuantos misiles nucleares rusos
apuntando a sus cabezas. Maravilloso. Por encima de las mayorías parlamentarias,
los pueblos tienen su propia opinión y en cuanto pueden la expresan. A los
finlandeses no les han gustado las fiestas de su primera ministra, pero les ha
gustado mucho menos todo lo demás y por eso han enviado a Sanna Marin a su casa
y al partido socialdemócrata al ostracismo, pues ha quedado por detrás de la
derecha e incluso de la extrema derecha. Todo un éxito. No está muy claro que
la venganza sea un plato que se toma frío, lo que está claro es que en las
urnas la gente puede vengarse y frecuentemente se venga de los políticos, como
estamos viendo en varios países de Europa.
El mundo está
cambiando, está cambiando muy rápidamente, y a los que no sepan adaptarse al
cambio les va a pasar lo mismo que les pasó a los dinosaurios hace casi 66
millones de años. Si nos hubieran dicho hace poco tiempo que Arabia Saudí iba a
hacer las paces con Irán y a invitar a su presidente a visitad Riad no nos lo
habríamos creído, si nos hubieran dicho hace poco tiempo que muchos países iban
a sustituir el dólar por el yuan en sus transacciones comerciales
internacionales tampoco; tenemos que frotarnos los ojos para ver lo que está
pasando en África, donde han echado a los franceses y estadounidenses para
meter a los rusos y a los chinos. Entre los cambios profundos a los que
asistimos está la información, mucha gente ya se informa más en las redes
sociales que en los medios clásicos. No es que en las redes sociales haya menos
patrañas que en los medios de información tradicionales, es que al menos son
más variadas y siempre hay un resquicio para lo que otros no quieren o no les
dejan contar. Mentir a la gente y que no se entere es cada vez más difícil en
el mundo de las redes. Puedes decir que has logrado bajar el precio del gas
gracias a la “excepción ibérica”, todo ello a pesar de que la fechoría del
Sáhara nos ha pasado factura con Argelia, pero luego los ciudadanos se enteran
(siéntese usted para escucharlo) que España, en medio de las sanciones a Rusia
y de “lo malo que es Putin”, ha batido sus marcas de importación de gas licuado
ruso desde enero y el relato se te cae a pedazos. ¡Cuidado! con la venganza de la gente, no les
pase a algunos como a otros/as que también le han dado la mano al gafe de Kiev.
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