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De aquí a las próximas elecciones
generales nos quedan muchas cosas aún por ver, algunas previsibles, pero, en la
coyuntura internacional y doméstica actual, no podemos descartar también otro “cisne
negro”, ya sabe, un acontecimiento con el que nadie cuenta que puede tener
consecuencias dramáticas, como lo fue la pandemia de Covid. Los partidos
políticos ya se han puesto manos a la obra, porque esas organizaciones se han
convertido, sobre todo, en maquinarias electorales y en agencias de
contratación para los que piensan vivir de la política. Los que están en el
Gobierno tienen la ventaja de tener a su disposición el dinero público de los
Presupuestos, y algún otro, para hacer su campaña, por ejemplo, con los trenes
“gratis” y los 400 euros para que los jóvenes, eso sí, mayores de 18 años, es
decir, en edad de poder votar, compren, entre otras cosas, videojuegos. El
martes 18 entrevistaron a la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez,
en el programa Hora 25 de la SER y cuando le preguntaron al respecto de los
trenes y de los videojuegos “gratis” respondió con total aplomo: “Los
beneficiarios, cuando se levanten mañana por la mañana, no se acordarán, pero
cuando vayan a votar dentro de un año sí”. El descaro ya es total. Como los de
Unidas Podemos saben mejor que nadie lo que les va a pasar, merced a las cosas
que han estado haciendo, han depositado su supervivencia en el proyecto, Sumar,
de Yolanda Díaz, que es la única que se salva gracias a sus políticas desde el
Ministerio de Trabajo, desde los ERTE (aunque el invento no fue suyo) hasta una
contrarreforma laboral que ha logrado que la altísima tasa de empleos
temporales de nuestro país disminuya. No es lo mismo ser un empleado temporal
que un fijo discontinuo. Milagros, en un país donde millones de personas
trabajan en actividades muy ligadas a la temporalidad y al turismo, la Virgen
de Fátima. Eso sí, escuchar a la gente para hacer tu programa político, aunque
suena muy bien, no es lo adecuado, un político de talla lo que tiene que hacer
es convencer a la gente de que sus propuestas son las que hacen falta. Feijóo
solo tiene que esperar a ver pasar el cadáver de su enemigo, de ahí su sonrisa
socarrona en el Senado mientras escuchaba al Sánchez más chulesco que hemos
visto. El PP ha puesto una operación en marcha para absorber a Ciudadanos.
Muchos cargos del partido de Arrimadas, algunos que ya eran “paracaidistas”
procedentes de UPyD, ya se habían pasado al PP para sobrevivir, pero ahora se
trataría de que Ciudadanos no se presente a las elecciones, pues según las
encuestas no obtendría ni un solo diputado, pero la derecha desperdiciaría
decenas de miles de votos. Esto, los del PP lo tienen chupao. Pero, al mismo
tiempo hay otra operación, bastante más compleja y con muchas más aristas, para
cargarse también a Vox. Esta operación no la ha emprendido ni la capitanea el
PP, pero, obviamente, también le favorece. Recordemos que en Galicia Vox no
logró ni un solo diputado y a quién favoreció eso. Tras las elecciones
andaluzas, donde Vox tenía previsiones bastante más altas que los resultados
obtenidos, estalló una batalla interna, que parece más de egos que ideológica,
entre Macarena Olona y la dirección del partido, pero ya hay más costuras
abiertas, en Galicia, por ejemplo. Yo no creo, para nada, que la intención de
Olona sea fundar un nuevo partido de ultraderecha, lo que creo es que el rencor
y las navajas traperas van a ser aprovechados por los especialistas en
conspiraciones y en operaciones siniestras, como Mario Conde, instrumentos de
otros poderes. Vox es el único partido político en España que está claramente en
contra de la agenda 2030, es decir, contra la inmigración irregular masiva, las
políticas de “sustitución” y contra una nueva cultura que, bajo, la coartada de
la defensa de los derechos de las minorías, lo que pretende es cargarse la
familia tradicional. Vox es un peligro para los que mandan, pero es el propio
Vox su mayor enemigo. Como identificó muy bien Julio Anguita, a la actual
ultraderecha española “le falta el componente social”, Vox no defiende, para
nada, las políticas sociales franquistas o las empresas estatales, como el INI,
y, al contrario de otros partidos de la ultraderecha europea, Vox es un partido
ultraliberal y ultracatólico. Así que cargarse al partido de Abascal va a ser
fácil, sobre todo si le sacan a relucir cosas feas, como su financiación
ilegal. Es patético ver ahora a Abascal quejarse de lo que le hacen en la Sexta y de lo que le hace Ana Rosa Quintana cuando estuvo encantado de lo que le hicieron a Podemos. Yo pensaba que Bonilla
era, indiscutiblemente, el hombre con más baraka de España, pero estaba
equivocado, es Feijóo. Atentos.