Hay una gran preocupación por el
control de las noticias falsas, eso que, estúpidamente, en nuestro país se
llaman también “fake news”, cuando la expresión tiene una traducción literal al
castellano. Recordemos lo que se habló, tras la elección del todavía presidente
Donald Trump, sobre la intervención rusa en la campaña presidencial de
entonces. En la UE también hay preocupación por este asunto y ya se han tomado
algunas tímidas iniciativas al respecto, tanto a nivel de países miembros como
de la Comisión Europea. Lo que no está muy claro, al menos no para mí, es si lo
que de verdad se pretende es evitar que las noticias falsas causen perjuicios o
controlar las noticias, sean estas falsas, o no. Porque, es evidente que para
controlar las noticias falsas alguien tiene que decidir cuáles lo son y cuáles
no. Los Estados tienen que protegerse de las noticias falsas porque se han
convertido en una nueva forma de guerra política, económica y hasta militar.
Pongamos un ejemplo: Si alguien está interesado en que suba el oro o suban las
acciones de una determinada compañía solo tiene que inundar las redes sociales y
los periódicos de noticias falsas donde se diga que todo el mundo se ha lanzado
a comprar oro y que todo el mundo está comprando acciones de esa compañía. Pero,
yo creo que la preocupación de nuestro Gobierno al querer controlar las
noticias falsas está más relacionada con
las patrañas y montajes que algunos medios y algunas formaciones políticas han
fabricado para perjudicar a miembros individuales del Ejecutivo y/o al
Ejecutivo al completo. Podríamos sacar aquí una larga lista, pero, la gente bien
informada ya sabe de lo que hablo. La orden publicada en el BOE no usa el término
“noticias falsas” o “fake news”, sino que se fija como objetivo las campañas de
“desinformación”. El Gobierno sostiene que este procedimiento es el desarrollo
de un plan de ciberseguridad que el Ministerio de Interior puso en marcha para
garantizar que las infraestructuras que afectaban a las elecciones generales de
abril de 2019 no sufrieran ningún ataque ni que se produjesen campañas de
desinformación que pudieran alterar los comicios. Vale. Pero, los que hemos
vivido el franquismo en sus postrimerías tenemos un prurito, una especial
animadversión, a todo lo que huela a censura. Si a la censura que ya existe en
los medios de comunicación debida a sus líneas editoriales sumamos otras
tendremos que volver a la octavilla. Las noticias falsas se combaten con leyes,
no con comités, y llevando a los que las utilizan con fines espurios a los
tribunales de justicia.
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