Aunque bien podría, no voy a
relatar aquí todas las patrañas que han ido construyendo los nacionalistas
catalanes a lo largo de los últimos 35 años, solo voy a mencionar, por orden de
importancia, las que me parecen mas relevantes: la primera es hacer creer a
los ciudadanos que el Estado español se ceba con ellos, que “España les roba”,
cuando es precisamente Cataluña la comunidad autónoma que mas fondos ha recibido
del Gobierno central en todos estos años. La segunda es utilizar la “identidad
nacional” para obtener privilegios, sin reconocerlo. Cabe ahora recordar que se
empezó a alimentar al monstruo cuando se establecieron dos formas diferenciadas
de acceder a los estatutos de autonomía, una diseñada para las llamadas “nacionalidades
históricas” y otra para el resto. Por último, hacer creer a todo el mundo que uno
se puede saltar la legalidad y la legitimidad sin que ello tenga consecuencias.
En eso los han ayudado mucho, justo es reconocerlo.
Pero, hasta ahora las mentiras de
los nacionalistas catalanes estaban bien construidas, bien elaboradas, eran
dignas de Goebbels, pero en los últimos tiempos (eso es lo que suele suceder a
los que, creyendo que están en la cresta de la ola, pierden la perspectiva de
la realidad) se han vuelto ridículas y groseras, mucho peores que las del
charlatán de feria que vende crecepelos o el elixir de la felicidad. Así, se
puede decir que ha ganado la opción independentista cuando no ha llegado al 50%
de los sufragios, sumar a la causa de la independencia a organizaciones que,
como Catalunya sí que es pot, se han manifestado reiteradamente en contra de la
ruptura, o, en fin, manifestar, como he escuchado a un dirigente de ERC, que en
Cataluña el idioma catalán está discriminado en las escuelas, cuando todos
sabemos que es el castellano, el idioma del Estado, el que sufre esa
discriminación, a pesar de las sentencias de la Justicia.
Pero, la mentira no triunfa, por
muy bien elaborada que esté, sino encuentra el caldo de cultivo de la
debilidad, de los silencios, de la pusilanimidad o de las múltiples formas de
complicidad. Han sido muchos los que, a pesar de haber gozado de todos los
medios para la manipulación, no han logrado que sus patrañas se impusieran. Hubo
gente que con simples octavillas las desmontaban. La clave no está en conocer
la verdad, sino en la determinación de difundirla y en la denuncia pública de
los embusteros y los que les hacen el caldo gordo. Y en hacerlo sin compasión y
sin respeto, porque no se los merecen.