
Pero, la verdad del asunto es muy
distinta. Mientras Turquía quiere hacer ver a la opinión pública internacional
que está implicada en la lucha contra los yihadistas del Estado Islámico, en
realidad es a través de la frontera turca, y con la complicidad de las
autoridades de Ankara, que los terroristas del ISIS reciben mercenarios y toda
clase de armamento y víveres.
Hasta el mas ingenuo debe darse
cuenta que si los EE UU y la OTAN quisieran realmente acabar con el Estado
Islámico y sus aproximadamente 40.000 combatientes lo harían en unos pocos días.
Pero, mantener el caos en esa zona tiene sus réditos y los asesinos del Estado
Islámico son un instrumento valioso para evitar que Iraq y Siria se conviertan
en fuertes naciones aliadas de Irán. Un peligro para Israel, para los regímenes
feudales árabes y para el imperialismo. En ese mismo contexto tenemos que
enmarcar la estrategia turca, cuyo Gobierno ha visto complacido como los
yihadistas asesinaban kurdos. Hasta ahora.
Porque, contra todo pronóstico, y
de la misma forma que el ejército sirio lleva años resistiendo, las milicias
kurdas se han enfrentado a los fanáticos del Estado Islámico con una resolución
tal que están ganando la partida. En la vanguardia de la lucha se encuentran
los milicianos peshmergas (los que se enfrentan a la muerte) del PKK, cuya disciplina cohesión ideológica y buena
organización están siendo claves para liberar pueblos y aldeas. Hay que
destacar el papel protagonista que están desempeñando las mujeres kurdas en la
guerra, tanto en la logística como en el propio combate, a sabiendas de lo que
les hacen, que prefiero no relatar, cuando alguna de ellas cae en poder de los
terroristas del ISIS.
El PKK consolida sus posiciones y
está creando el germen de un nuevo Estado, el que los kurdos llevan
reivindicando durante siglos, desde que les fue robada su autonomía por el
Imperio Otomano. Ese, y no el Estado
islámico, es para Turquía el enemigo y contra los kurdos, como ha hecho en el
pasado, dirige Ankara sus bombas.
Turquía mantiene encarcelado en
solitario y en régimen de aislamiento severo a Abdullah Öcalan, el líder del
PKK, al que sus camaradas llaman “Apo”. Lo tienen confinado en la cárcel de la
isla de Imrali, en el Mar de Mármara, donde cumple cadena perpetua desde 1.999,
al serle conmutada la pena de muerte a la que fue condenado, y ahora quiere la
colaboración de la OTAN para seguir aplastando al pueblo kurdo, al que se le
prohibió hablar en su propio idioma en el país donde se ha borrado de los
libros de Historia cualquier alusión a su pasado y a su legado y donde el diccionario
dice que los kurdos son turcos de montaña.
Han luchado durante toda su vida
y lo seguirán haciendo.
FOTO: una columna de milicianas
y milicianos peshmergas del PKK que se dirigen
al frente.