
Con el problema que ha surgido en
ALCOA, drama del que algunos ya avisamos hace tiempo, han vuelto las
movilizaciones de trabajadores y la zozobra para muchas familias. No es nada
nuevo para los asturianos, que, desde los primeros embates de la “reconversión”,
han padecido en sus carnes las pésimas políticas industriales. Ahora son,
además, las energéticas.
Por muy bien intencionadas que
sean las declaraciones tanto del presidente asturiano, Javier Fernández, como
del que hasta no hace mucho tiempo cortaba bacalao en la derecha asturiana,
Gabino de Lorenzo, producen necesariamente irritación, pues los mismos, ellos y
sus partidos, que no han tenido ninguna preocupación por hacer una
planificación industrial y energética seria en España (la planificación está
contemplada en la Constitución) no pueden ahora reclamar soluciones y llorar
con lágrimas de cocodrilo. Los que privatizaron sectores estratégicos de
nuestra economía, como las eléctricas, que se han convertido en oligopolios,
los que han cargado al recibo de la luz todo tipo de subvenciones, algunas
pintorescas, o los que, en fin, cometieron la fechoría de la “moratoria
nuclear”, que costó la friolera de 900.000 millones de pesetas de 1.983 y echó
por tierra el MIX eléctrico que España necesitaba y por el que Adolfo Suárez
había apostado, no pueden venir ahora a lamentarse ni a exigir nada.
El problema de ALCOA no es, ni
mucho menos, una singularidad en el desmantelamiento del tejido productivo
asturiano, al contrario, la amenaza de los costes eléctricos penden sobre otros
grandes consumidores, como Asturiana de Zinc o ARCELOR, que esperemos no sigan
el mismo camino. La situación es aún mas sangrante si tenemos en cuenta que
Asturias, con cinco centrales termoeléctricas en funcionamiento, que inundan de
CO2 y otros residuos a buena parte de la región, produce bastante mas
electricidad de la que consume. La línea de alta tensión Sama-Velilla, como
todo el mundo sabe, es para llevar a la Meseta los excedentes eléctricos.
Pero, no nos engañemos, el
problema de fondo no es la tarifa eléctrica ni la falta de planificación seria,
porque la economía asturiana está soportando otros embates que no están
relacionados directamente con eso. Los ejemplos del ridículo precio de la leche
en origen o el injusto reparto de las cuotas pesqueras son bien elocuentes. El
verdadero problema es la pérdida de influencia política de Asturias y de que ya
no damos miedo a nadie.
El poder central, desde la
revolución de Octubre de 1.934, siempre había respetado a Asturias y así hay
que entender, además del carácter estratégico coyuntural, la nacionalización de
las minas, con la creación de HUNOSA, y que se decidiera instalar en Asturias
las principales siderurgias de cabecera del país, con la constitución de
ENSIDESA y UNINSA. Sin ese respeto por los mineros y por los trabajadores
asturianos José Antonio Girón de Velasco no habría construido la Universidad
Laboral de Gijón, destinada en principio para los huérfanos de la minería, con
un edificio y unas instalaciones que seguirán asombrando durante siglos.
Tenemos un presidente y
secretario general de la FSA-PSOE que, a pesar de ser uno de los dos únicos
presidentes autonómicos socialistas, tiene muy escasa influencia en su partido,
que en su último congreso, ante su enfado, creó aprisa y corriendo un puesto de
consolación para él. Y un Partido Popular regional mas preocupado por su luchas
internas, por Francisco Álvarez-Cascos y por dar apoyo al Gobierno socialista
que por defender ante Rajoy los intereses de Asturias.
El próximo año va a ser decisivo
para el futuro de nuestra tierra, pero también será año electoral y todos vamos
a ser actores de nuestro destino.
Asistimos a un momento histórico
dramático donde vuelven a mi memoria algunas estrofas de una canción de Víctor
Manuel: “Dos veces, dos, has tenido ocasión para jugarte/ la vida en una
partida y las dos te la jugaste/ prepara tu salto último lívida muerte cobarde/
prepara tu último salto que Asturias está aguardándote”.