
Es inevitable que aflore la indignación cuando se ve a los mismos que han apoyado, sin crítica alguna, las medidas derechistas y antisociales de Zapatero, aplaudir ahora a rabiar las ocurrencias izquierdistas de Rubalcaba. Su pretexto es que en el futuro próximo se podrán acometer unas políticas que el actual presidente, debido a la coyuntura económica internacional, no pudo llevar a cabo. “Zapatero se vio obligado a tomar medidas que no compartía”, dicen, pero un presidente de izquierda con un mínimo de vergüenza lo que hace es dimitir y que las tomen otros. Pero es que, además, todos los analistas serios dibujan un escenario económico para los próximos años tan malo o incluso peor que el actual, sino se acometen toda una serie de medidas estructurales, impositivas, de racionalización del gasto en las administraciones publicas, etc, que es imperativo tomar y que no necesariamente deben ir contra el poder adquisitivo de los españoles.
Rubalcaba ha dimitido de sus cargos en el Gobierno para centrarse en la campaña electoral que, de facto, ha empezado ya, pero no ha echo un paréntesis retirándose al desierto para reflexionar. Por eso carece de ideas y solo dice generalidades, sin medidas concretas, a las que todo el mundo se apuntaría, incluida la oposición. ¿Quién no desea crear empleo, una economía sana, no poner en peligro la sanidad, igualdad de oportunidades, etc?, mentar eso es tomar el pelo a la gente, porque muchas de esas máximas ya están recogidas en la Constitución.
Para decir toda la verdad, Rubalcaba sí ha concretado alguna actuación si los ciudadanos depositaran otra vez en el PSOE su confianza. Por ejemplo, poner un nuevo impuesto a los bancos para, con él, crear empleo. Usted y yo, sin embargo, sabemos perfectamente quién pagaría al final el gravamen, que encarecería, aún mas, las comisiones bancarias y el precio del dinero. También conviene recordar que fueron precisamente los socialistas los que hicieron, en su día, la vista gorda con el escándalo de los Seguros de Prima Única, un tejemaneje bancario que escamoteó miles de millones a la Hacienda pública. Sin contar, naturalmente, con el detalle de la deuda millonaria que las entidades financieras han perdonado al PSOE, sobresaliendo en su generosidad el BBVA y la Caixa. Por todo ello, nuestro escepticismo y crítica a la inutilidad de las actuaciones que anuncia Rubalcaba, se suman y complementan. Si los socialistas esperan recuperar el voto de la izquierda con este tipo de vaguedades y trilerías lo van a pasar verdaderamente mal y la debacle, como ha ocurrido en las elecciones municipales y autonómicas, estará servida.
También resulta curioso el empeño del PSOE y los medios afines de poner en valor los éxitos en la lucha antiterrorista para colgárselos a Rubalcaba, como si fueran una medalla, en la pechera. No es demasiado ético usurpar el protagonismo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y a la Gendarmería francesa, que son los que se parten la cara ante ETA, pero es que, además, Rubalcaba tiene un siniestro historial en el asunto, desde haber sido ministro de la Presidencia en el Gobierno que organizó los GAL (que también asesinaron a gente inocente y que casi entierran en cal viva a Segundo Marey) hasta hacer todo lo posible para que el brazo político de KAS, BILDU, estuviera en las instituciones democráticas, es decir, que ETA ganara sin poner una bomba ni tirar un solo tiro, como muy acertadamente ha dicho Rosa Díez.
El PSOE y su candidato lo tienen muy difícil y tendrán que cambiar mucho o hacer triples saltos mortales con tirabuzón para convencer o engatusar al electorado.
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