Fue encantador escuchar a Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, marquesa de Casa Fuerte, en el Congreso de los Diputados el miércoles 11 de septiembre. Ese día era el aniversario del 11-S, pero en el parlamento español se discutía otra cosa, si se reconocía, o no, a Edmundo González, como presidente de Venezuela. Con ese maravilloso acento platense (Cayetana, además de la española, tiene nacionalidad argentina y francesa) y con esa dialéctica intimidante para los cobardes (empezando por los de su propio partido) nos deleitó hablando sobre democracia y sobre lo dictador perverso que es Nicolás Maduro. Exactamente la misma señora que se declara admiradora de Milei (que ha enviado el oro de Argentina a Londres y acaba de llamar "héroes" a los legisladores que han apoyado su veto al aumento de las pensiones) la misma mujer que no ha dicho ni mú sobre la dictadura de Arabia Saudí (país con el que España mantiene importantes intercambios comerciales en petróleo y armas) la misma rubia del frasco que no nos ha dicho tampoco nada de la "democracia" de Abu Dabi (donde reside el rey emérito), en fin, la misma aristócrata a la que le gusta enviar armas y dinero a Ucrania, cuyo presidente acabó su mandato en mayo pasado sin convocar elecciones y usurpa el mandato constitucional de la Jefatura del Estado que corresponde ahora al presidente de la Rada Suprema (parlamento), se metió groseramente en los asuntos internos de otro Estado, contraviniendo la carta fundacional de la ONU. Pero, Venezuela no es un Estado del mundo cualquiera, pertenece a la comunidad hispana, esa que los que siguen, no como niños, sino como ratoncillos, al anglosionismo, como si fuera el flautista de Hamelín, tienen tan olvidada. La ultraderecha española, no es fascista, le falta el componente social, es ultraliberal y ultracatólica, como bien sabía Julio Anguita, pero, además, ha perdido completamente el sentido de Estado y la visión que de la Hispanidad, tenía el franquismo. Es necesario recordar ahora que el régimen del general Franco, siempre mantuvo, por ejemplo, excelentes relaciones con Cuba, al margen de los regímenes políticos, hasta el punto de forzar el bloqueo a la isla. El exponente más claro fue el ataque que sufrió el carguero español "Sierra Aránzazu", el 13 de septiembre de 1964 (nadie se va a acordar de este aniversario) de más de 3.000 toneladas, que, en su cuarto viaje a la isla caribeña, fue objeto de un ataque por patrulleras de EE UU, donde fallecieron el capitán, el segundo oficial y el tercer maquinista, y otros miembros de la tripulación resultaron heridos. Pues bien, esa ultraderecha desnortada, que admira a Milei, le encantan los crímenes de Netanyahu y sigue las directrices de EE UU como perrillos falderos (eso sí, no son los únicos) está ya instalada en el PP, y Dña. Cayetana es una de las diáfanas muestras.
Con los votos de PP, Vox, CC y PNV (riámonos ahora de la patraña de la "mayoría progresista") el Congreso de los Diputados ha reconocido como presidente de Venezuela a Edmundo González. Antes el Gobierno de España y la Comisión Europea había reconocido a Guaidó como "presidente encargado", porque España y la mayor parte de los países de la UE y sus instituciones, no tienen política exterior, solo siguen las órdenes de EE UU, aunque sus economías se vean gravemente afectadas, como hemos visto en Alemania. Guaidó acabó en la "gusanera" de Miami, y Edmundo González ha acabado en España, como antes Lilian Tintori y su esposo, que llegaron con las maletas llenas de dólares. Pero, las fechorías de los políticos no importan demasiado si sus consecuencias no afectan a los bolsillos de los ciudadanos y a las cajas de las empresas. No es el caso. El parlamento de Venezuela ha amenazado ahora con romper relaciones diplomáticas y comerciales con España ¿Sabe usted cuántas empresas españolas operan en Venezuela y tienen importantes intereses en hidrocarburos, banca, telefonía, militar, etc? Si la amenaza de Venezuela se sustancia ¿Quién va a pagar las pérdidas de esas empresas? ¿Las pagará Cayetana?