
Nos dijeron que la guerra duraría
poco, que los rusos ya no tenían ni tanques, ni misiles y que se veían
obligados a poner componentes electrónicos de lavadoras en ellos porque ya no
disponían de los que les enviaba Occidente. Nos dijeron que la economía rusa no
aguantaría contra las acciones punitivas combinadas y las sanciones de más de
50 países, que Rusia colapsaría.
Mintieron, como siempre, o quizás ahora cambien de opinión, que es como
se disculpan los mentirosos. La verdad es que la guerra en Ucrania ya dura casi
año y medio y no tiene ninguna pinta de terminar. EE UU y sus lacayos europeos
llevan mintiendo a sus propios ciudadanos desde hace años y muy groseramente,
diciéndoles que la inflación era culpa de Putin (Sánchez) o acusando a Rusia
exactamente de todo lo que han estado ellos haciendo, en Yugoslavia, en Irak,
en Libia, en Siria, en Afganistán, en todas partes. Cualquiera que no sea un
fanático tiene que reconocer que la OTAN mintió a Rusia sobre su no expansión
hacia el Este en Europa, tiene que reconocer que EE UU diseñó, financió y llevó
a la práctica lo que se dieron en llamar “revoluciones de color”, en el entorno
de Rusia. Recordemos, por ejemplo, Georgia (2003) Ucrania (2004 y 2014)
Kirguistán (2005) o Kazajistán 2.022) con la intención de crear conflictos en
las fronteras de Rusia y de rodearla de fuerzas hostiles. El objetivo último es
derrotar a Rusia, desde dentro y desde fuera, y repartirse sus inmensas tierras
y sus grandes riquezas naturales, que ya no se cortan en decir que “no pueden
pertenecer a un solo país”. En Ucrania EE UU ha ido demasiado lejos financiando
y promocionando una asonada violenta (Maidán 2014) con la intención de dar un
golpe de gracia a Rusia en el Mar Negro, apoderándose de la Base de Sebastopol,
convirtiendo el bajo vientre de Rusia en un lago de la OTAN, como el Mar
Báltico, y utilizando a los corruptos dirigentes ucranianos y a los nazis, sucesores de los que
ya colaboraron con los alemanas en la Segunda Guerra Mundial a sus horribles
crímenes, en su beneficio. Algo parecido hizo EE UU y la OTAN en Afganistán
para echar de allí a los soviéticos y acabar con el gobierno comunista, con el
resultado final por todos conocido. Creer que controlas a cierto tipo de gentes
puede dar muchos disgustos. En algún momento Rusia tenía que reaccionar. Ni un solo soldado ruso hay en
toda América, no hay, por supuesto, fuerzas rusas en México y en Canadá
acosando a los EE UU. Rusia tiene la autoridad moral que da defender su
soberanía como Estado y a los suyos, en el Donbás y en Crimea, de los crímenes
de los nacionalistas ucranianos.
EE UU está obteniendo pingües
beneficios de esta guerra, es el único país que lo está haciendo, beneficios económicos y, sobre todo, estratégicos, con la sumisión de Europa, pero a la UE
le está saliendo por un ojo de la cara y la OTAN en su conjunto la está
perdiendo. Bruselas acaba de aprobar otra partida de 50.000 millones de euros
para que Ucrania, ya un país totalmente fallido, pueda hacer frente a los pagos
administrativos, a las pensiones y a otros gastos. Aunque no es baladí recordar
que, en mayo, en plena guerra, se matricularon en Ucrania 2452 automóviles
particulares, la mayoría de alta gama. Todos esos millones se añadirán a los
que se llevan años aportando gentilmente y a todo el dinero que cuestan las
ingentes cantidades de armas que se han enviado a Ucrania y que se siguen
enviando todos los días. Si la UE y la OTAN retiraran su apoyo a Zelenski esta
guerra no duraría más de cinco minutos, como muy bien sabe Donald Trump. La
cacareada contraofensiva ha sido un fracaso. Los rusos aprovecharon los meses
previos para llenar el territorio que controlan de defensas, sobre todo minas anticarro, y el
avance de los ucranianos ha dado como resultado que una buena parte de esos
tanques y esos vehículos acorazados que han regalado a los nazis han quedado
convertidos en un montón de chatarra. Ahora ya nadie habla de que los carros de
combate Leopart y los tanques estadounidenses y británicos van a dar la vuelta
a la guerra. Los soldados ucranianos y los miles de mercenarios que ha
contratado la OTAN y que paga usted de su bolsillo, desde antiguos
paramilitares colombianos hasta los yihadistas que combatían en Siria a Al
Assad, se ven obligados a avanzar a pie por un país completamente plano donde
no hay ni grandes montañas ni grandes bosques donde esconderse, solo esperando
a que la Fuerzas Aeroespaciales de Rusia, o la artillería rusa acaben con
ellos. Por si fuera poco, los rusos no hacen más que enviar partidas de nuevos
tanques T-90M para acabar la faena, que están resultando tan buenos como los
T-90 en Siria. La OTAN ya empieza a exigir a Zelenski resultados para seguir
entregando más dinero y más armas a Ucrania, no importan los muertos. Y los
nazis, en su desesperación, podrían cometer alguna locura, como atacar la mayor
central atomoeléctrica de Europa e intentar echar la culpa a Rusia, como ya
hicieron con los gasoductos del Báltico y más recientemente con la presa de
Kajovka, acciones que tienen mucho más de terroristas que de bélicas.
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