El gobierno de España ha anunciado que se movilizarán 24.000 millones de euros, la mayoría públicos, para el PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) del sector del automóvil con el objetivo de situar a nuestro país en condiciones de competitividad favorable con la transformación tecnológica a los vehículos eléctricos. Se plasma así, en una medida concreta de mucho peso, la intención, varias veces expresada por el presidente Sánchez, de acometer una transformación industrial en el marco de la Revolución Verde. Ha llegado la hora de verlo. La Revolución Verde no era, en efecto, ningún desastre, aunque en Asturias mucha gente nos quiso convencer de lo contrario, es una oportunidad de oro para el que sepa aprovecharla, como lo fue el paso del vapor a la electricidad, y es una oportunidad de supervivencia para la Biosfera del planeta Tierra. El sector del automóvil representa en España más del 10% del PIB y casi el 20% del total de las exportaciones. Con una producción anual cercana a los tres millones de automóviles, este sector, el segundo en importancia solo por detrás del turismo, da empleo, directa e indirectamente, a más de dos millones de personas, situando a España como la segunda potencia automovilística europea y la novena mundial. Aunque las factorías españolas pertenecen todas ellas (si hablamos de turismos y vehículos industriales, no militares) a cinco casas matrices extranjeras, el factor multiplicador industrial es enorme, pues más de mil empresas españolas trabajan para ese sector, sobre todo como proveedores de componentes, pero también como fabricantes de lubricantes, aditivos y un largo etcétera. Eso sin contar con la gigantesca red de concesionarios y talleres. El paso a la electrificación es imprescindible para seguir en vanguardia y la apuesta del gobierno, a mi modo de ver, es acertada. Ha surgido el debate, la controversia, de si el sector privado del automóvil debe ser regado con dinero público o si tiene que ser el mercado el que regule quien cierra y quien sobrevive. Bien, ya habíamos dicho hace tiempo que el liberalismo está muerto y enterrado y esta discusión en la China de hoy, ya primera potencia económica mundial, sería ridícula. La planificación económica e industrial dirigida desde el Estado, pero con la colaboración del sector privado, es lo verdaderamente importante; no se puede jugar con la riqueza de un país y con millones de puestos de trabajo a la ruleta rusa o a las teorías de Adam Smith, y, como dijo Deng Xiaoping: "No importa el color del gato si caza ratones". Así que los grandes fabricantes de automóviles, las miles de empresas proveedoras y los miles de autónomos que van a instalar puestos de carga eléctrica en las calles, en las gasolineras y en los garajes de las comunidades de vecinos deberían estar encantados con el gobierno "socialcomunista". Eso sí, surge una pregunta nada baladí: ¿de dónde vamos a obtener toda la electricidad, y a precios razonables, para tanta electrificación? Pues, ya sabe el gobierno donde debe poner el segundo gran paquete de la pasta gansa que nos va a llegar de Europa, en el sector eléctrico. Las industrias asturianas, que requieren ingentes cantidades de electricidad para producir a precios competitivos, necesitan energía a precios razonables, y la Revolución Verde también. Otra vez nos volvemos a dar cuenta del gran error de Felipe González con la moratoria nuclear. Eso sí, el control del Estado sobre las Eléctricas, sin llegar a la nacionalización, se debe incrementar en gran medida, ya hemos visto suficiente. Este reto, el de la Revolución Verde en el sector eléctrico y el control estatal de este sector básico, en la coyuntura industrial actual y futura, es el más importante de todos. Veremos quién de todos ha de ser el que se atreva a poner ese cascabel al gato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario