
Aquello tuvo sus consecuencias,
porque los socialistas perdieron nada menos que 4.700.000 votos, una auténtica
debacle que no se recordaba en España desde la desintegración de la UCD. Mucha
gente votó al PP, incluso muchos que no lo habían hecho nunca, tal era el
hartazgo y la irritación de los ciudadanos. Pero, como no podía ser de otra
forma, la derecha siguió dando estopa a los españoles, en particular a los
trabajadores, bajando salarios y derechos laborales y subiendo toda clase de
impuestos y tasas, en la misma línea que viene ocurriendo en casi todos los
países de la UE, pero partiendo de condiciones mucho peores. Al tiempo que
proliferaban los desahucios y que mucha gente que formaba parte del ejército de
parados se quedaba sin prestación ni cobertura alguna, apareció en nuestro país
una nueva formación política, cuyas raíces estaban en las famosas
movilizaciones del 15M, de “los indignados”, le dieron el nombre de Podemos y
la lideraba un grupo de jóvenes profesores universitarios que habían militado
en movimientos y organizaciones de izquierda. También saltó a la arena nacional
un partido político, Ciudadanos, que solo había existido hasta entonces en
Cataluña, donde destacó por sus enfrentamientos con los nacionalistas e
independentistas. El mensaje de Ciudadanos era la regeneración política y la
lucha contra la corrupción, un discurso poco consistente pero que, en la
coyuntura político-social española, tenía oportunidad y sentido.
El terremoto comienza cuando
Podemos, el movimiento político que dirige Pablo Iglesias, obtiene 5 diputados
en las Elecciones Europeas que se celebraron el 25 de mayo de 2.014. Nada sería
igual desde entonces en España. Tras las elecciones municipales y autonómicas
que se han celebrado el 24 de mayo de 2.015, el bipartidismo, ese paripé, esas
dos caras de la misma moneda, ha saltado por los aires y se abren nuevas
expectativas.
Pero, los dos grandes partidos
siguen siendo muy poderosos, cuentan con los medios de comunicación y con la
financiación gratuita de los grandes bancos, cuando no, como hemos visto en el
PP, con el dinero negro de las “mordidas” de las grandes constructoras y los
empresarios del “ladrillo”. Además tienen una gran red clientelar que han
tejido a lo largo de decenios de detentar el poder. Tanto el PP como el PSOE,
que se resisten al ocaso y a perder cargos públicos, se han lanzado a
una loca política de pactos. Unos prefieren la diestra que la siniestra, otros, preferiblemente también, pero, llegado el caso todo les sirve para conservar el sillón y el modus vivendi. En este juego ha entrado
también con fuerza Ciudadanos, porque cuando no se tiene consistencia ideológica suelen pasar estas cosas. El partido de Albert
Rivera ya ha pactado con el PP en la Comunidad Autónoma de Madrid y con el PSOE
en Andalucía, con pactos asimétricos cuyo único fondo es el oportunismo. ¡Qué
razón tenía Rosa Díez! Y aún no hemos visto nada.
En estos días, donde los
principios, la ideología y los programas quedarán en muchos casos en el olvido,
se va a echar mucho de menos la coherencia política y la honradez de Julio
Anguita, el exsecretario general del PCE y excoordinador general de IU. Si
siguiera en activo, Dios los guarde.
Comparto muchas de las reflexiones que usted realiza en esta entrada, porque no son otra cosa que un relato, con la vista puesta en el retrovisor, de lo ocurrido en España desde la segunda legislatura de Zapatero, que coincide con la aparición de la profunda y larga crisis económica que nos ha tocado vivir. Sin embargo, discrepo en otras.
ResponderEliminarEs cierto lo que plantea sobre la capacidad de PSOE y PP, basada en su implantación en gobiernos a diferente nivel territorial, en el peso de sus aparatos y en su capacidad mediática. El problema surge con la irrupción de los llamados partidos emergentes, cuyos resultados electorales vienen a romper la tradicional alternancia PP-PSOE y a ofrecer otras posibilidades de pactos y de apoyos de gobernabilidad, que hasta ahora descansaban, cuando resultaban necesarios, en fuerzas nacionalistas.
Respecto a Ciudadanos, no coincido demasiado con su análisis. Es verdad que es un partido de alubión fuera de sus iniciales fronteras catalanas, pero no es cierto que carezcan de proyecto. A sus propuestas regeneracionistas suman un programa político y económico con sustantividad propia y con propuestas distintas a las que realizan PSOE y PP. Su extensión precipitada a todo el ámbito electoral español puede originarles problemas; como ha sucedido con alguna presencia indeseable en sus candidaturas y con candidatos que hasta hace pocos meses militaban en otras opciones políticas. El caso de su candidatura en Asturias es, a este respecto, paradigmático.
Respecto a su política de pactos hasta el momento, tras las elecciones locales y autonómicas, su particular punto de vista es, asímismo, discutible. Tenían tres opciones: A) Ponerse de perfil y no apoyar investiduras, B) Apoyar investiduras en una sóla dirección política, o C) Apoyar la gobernabilidad tanto del PP como del PSOE, en razón de quien fue la fuerza más votada.
Optaron por la tercera, lo que a mi me parece inteligente; aunque está por ver como va a juzgar su electorado la opción adoptada, con ocasión de los próximos comicios legislativos.
La otra cuestión es la relativa a si Podemos va a poder darle el "sorpasso" al PSOE. Es a lo que juega su líder Pablo Iglesias, para quien las elecciones locales y autonómicas no han dejado de ser un contratiempo; razón por la cual no ha concurrido con su marca, sino con sus marcas blancas. También está por ver si su electorado va a entender ciertos pactos que a priori parecen difíciles de digerir.
En cualquier caso, los resultados obtenidos por Podemos el pasado 24 de mayo invitan a pensar que sus opciones de convertirse en la fuerza hegemónica en las próximas elecciones generales no son ni mucho menos despreciables. Yo creo que el PSOE tiene un grave problema, que no es otro que el de ver a Podemos como aliado o como enemigo. De hechos las sensibilidades en el Partido Socialistas está divididas en relación con este asunto. No coincide la lectura que hace Pedro Sánchez con la que realizan Susana Díaz y el mismo Felipe González.
Las prisas del PSOE por tocar poder, tras el desastre que vivieron con las elecciones locales y autonómicas de hace cuatro años y con las últimas elecciones legislativas, así como con los dudosos resultados obtenidos hace quince días, pueden condicionar los que puedan obtener en la próxima cita electoral. La cuestión está en si debe conservar su clásico "target electoral" o si dirige sus esfuerzos a disputar el voto en el sector más extremo del esprectro de izquierdas.
Por último, aunque IU aguantó, mal que bien, su respaldo electoral, sus expectativas de futuro se presentan, bajo mi modesto punto de vista, bastante comprometidas. Su imagen de monaguillo del PSOE en nada le ayudan. Su futuro pasa por desprenderse de sus históricas ligaduras de "tonto útil" del socialismo clásico y de tratar de buscar alianzas con el ámbito podemita, sin renunciar a sus siglas, a su patrimonio y a su tradicional imagen de marca.