
Pero si hay una institución, donde el cachondeo y la falta de rigor no pueden permitirse es la Justicia, pues es la encargada por la Carta Magna de administrar las leyes y debe hacerlo bien, porque afecta directamente a la vida de la gente y es el último baluarte del Estado. Es frecuente escuchar en esas tertulias poco rigurosas, que tanto nos gustan a los españoles, como se acusa a la Justicia y a los jueces de que muchas fechorías queden impunes, de que ladrones y corruptos campen a sus anchas riéndose en nuestras propias narices. Los jueces, como todo ser humano, se equivocan, también lo hacen los cirujanos y los pilotos de aviones con consecuencias dramáticas, pero, en general, unos y otros son buenos profesionales que tienen perfecta conciencia de la trascendencia de sus acciones y decisiones. Son los políticos los verdaderos culpables de que la Justicia no funcione, pues es el Poder Legislativo el que elabora y aprueba las leyes y los gobiernos Central y autonómicos los que deben poner los medios materiales y humanos suficientes para que el imperio de la Ley sea una realidad. Es decir, la impunidad de que gozan los delincuentes en España no puede ser achacada al Poder Judicial sino a los que, algún día nos tendrán que explicar porqué, aprueban unas leyes y un código penal hecho a la medida de los facinerosos y a los que dan órdenes a la policía y a la Guardia Civil para que hagan la vista gorda con determinados delitos.
Los ciudadanos se asombran de que, por ejemplo, no se pueda juzgar a alguien cuando roba menos de 400 euros, aunque lo haga reiteradamente, de que te puedan robar el coche, que tanto te está costando pagar, y, aunque te lo estampen en cualquier sitio, no le pase nada al que se lo ha llevado. Los jueces no son los culpables de este estado de cosas.
Pero lo mas sangrante son los que llamamos "Delitos Sociales", es decir, actuaciones al margen de la ley que afectan gravemente al conjunto de la sociedad, entre los que podríamos citar el tráfico de drogas, la prostitución y trata de blancas, el blanqueo de capitales, la economía sumergida y el "dinero negro", la corrupción política, los delitos ecológicos (como los vertidos e incendios forestales intencionados), etc. Son actuaciones delictivas que requieren un tratamiento especial, tanto en los medios para su detección, como en la dureza penal con que deben ser castigados. Es urgente y necesaria una ley específica para sancionar ejemplarmente a los que hacen tanto daño a la colectividad.
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